Ante todo, pido disculpas, si ofendo a alguien con mis palabras.
Mi intención es solo reflejar lo que, a título personal, abarca.
Imagino a Jesús, observando este mundo en desdicha.
Un mundo por el que dio su vida, y ahora en caos se desliza.
Así que, humildemente, pido perdón si me equivoco.
Solo intento expresar lo que siento en este poema que te ofrezco.
En la quietud de la noche, bajo el resplandor de la ciudad.
Se escucha un susurro, un eco de la humanidad.
Jesús, el hombre de hoy, observa desde lo alto.
Su rostro sereno reflejó un amor inalterado.
Las espinas de la indiferencia, corona de su desafío.
Le recuerdan el precio de su compromiso.
Camina entre rascacielos, entre luces encendidas.
Contando a las estrellas la tristeza que le apena.
¿Habrá valido la pena tanta entrega y compasión?
¿Habrá salvado al mundo con su mensaje de redención?
¿He tocado los corazones, he aliviado el dolor?
¿O mis palabras se han perdido, en el ruido sin color?
La duda lo inquieta y, como hombre, se cuestiona.
Mientras, poco a poco, se pierde en la multitud diversa.
Preguntándose por el sentido de su existencia.
En este mundo moderno, sin clemencia.
Las luces, indiferentes, brillan en la ciudad.
Como si ignorasen su amor y bondad.
Solo la luna, pálida y fría, observa en silencio.
La agonía del hombre que ha cargado,
con el peso de nuestros errores.
En este momento de incertidumbre y desesperación,
Jesús eleva su voz al cielo, en busca de una razón.
¿Padre mío, por qué me abandonaste?
¿Por qué este sufrimiento desmedido?
¿Sirvió de algo tu deseo de hacerme morir y vivir?
¿Padre mío, esperabas tanta desolación, tanto dolor?
¿Esperabas tanta injuria, tanta represión?
¿Tanta lujuria, celos, envidias, guerras y dolor?
¿Padre mío, dime, dime, sirvió de algo mi vida?
Un silencio sepulcral responde a su clamor.
Las luces siguen brillando, indiferentes al amor.
La luna, testigo impasible, se esconde tras las nubes.
Jesús, exhausto y desesperado, baja la cabeza.
Lloraba lágrimas que parecen sangre.
En ese momento, se da cuenta de su soledad.
Solo frente al mundo, solo frente a Dios.
Su sacrificio parece no tener sentido.
La humanidad no ha cambiado.
La maldad, el hambre y todos los pecados
siguen dominando la Tierra.
Un sollozo ahogado escapa de sus labios.
"Padre mío", susurra, "he fracasado".
Y con esas últimas palabras, entrega su alma al vacío.
- Autor: Gonci (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 22 de abril de 2024 a las 04:49
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 11
- Usuarios favoritos de este poema: Dr. Salvador Santoyo Sánchez, José Valverde Yuste, alicia perez hernandez, María C.
Comentarios1
Muy cierto somos también un grano de arena, y tanto orgullo y maldad como se tiene, y no somos nada somos solo polvo, tierra, arena.
Saludos
Gracias por tus palabras, se dice que un grano, no hace granero pero ayuda al compañero, ojalá que con tantos granos como somos, pudiésemos hacer algo más de lo que hacemos.
Saludos cordiales
Ojalá ese grano se junte con los buenos y no con los nefastos.
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