Erase que se era la historia de aquella tal Patricia ( Capítulo II)

Patricia Aznar Laffont



Haces de luces opacas o brillantes a veces se estrellan entre los pretéritos pasados, pero entre las ruinas de la memoria los sucesos a veces se hace pequeñitos y otras veces se agigantan, muerden envenenados, son lavas hirvientes y se hacen vivos y resucitan.

Esta narradora omnisciente continua el relato de esa tal Patricia que alguna vez conoció. 

Fue casi al fin de su secundaria. Ella estudiaba en un Colegio Francés del Barrio de Montserrat y subía por las escaleras, de pronto un vahído la adormeció sin causa y rodó por las escaleras que la acercaban a su aula.

Cuando despertó se encontró rodeada de monjas y en sus ojos destellaba el pavor de la verdad, esa muralla que a veces te sirve y otras no, la muralla de cementos y ladrillos que en su niñez había construido, quizás para no morir: se vio a sí misma, pequeñita y atrás de la verde higuera en la que se trepaba, con su tío que la hacía " jugar con él". Y no más porque con sólo esas palabras se entiende absolutamente todo.

Y fue el grito ahogado que adormeció tanto silencio silenciado, lo recordó todo entre los escalones de esa escalera de mármol frío, tan frío. 

Así fue que Patricia cayó en tan fuerte depresión que decidió terminar con su vida y eran sólo 17 años. ¿Quiso terminar con su vida o llamar la atención? Nunca se sabrá, ni ella lo sabe. 

Terminó con un lavaje de estómago y abrazada muy fuerte por su padre al que jamás le contó lo que en su infancia le había sucedido.

Sabía que su papá Francisco mataría a quien había violado a una niñita de 4 o 5 años. Y entonces nuevamente fue el silencio. Lo peor que esta adulta recomienda.

Sólo su abuelita habló con su madre y fue la otra catástrofe. La francesa no tuvo ningún prurito en condenar a su hijita chiquitita y salvar a su hermano enfermo y fueron las palabras más inentendibles que nadie puede imaginar para una nenita: -¿Te gustó?- 

Esa niñita ni entendía de qué se trataban dichas palabras. Pero a los 17, sí! las entendió y recordó todo con su memoria ya vívida.

Durmió la noche de los tiempos, durmió en la incógnita pregunta de si ella era culpable o no lo era. Durmió un mes o más. Nadie contó los días.

No es poco, cuando despertó en su cama una tía le dijo muy fuerte:

- Suicidio? Pero qué le has hecho a tu madre!- y volvió el silencio, la mudez en los ojos apagados de esa niña que fue, en la pregunta más  ignorantemente absurda. En ese sueño hipnótico se vio  a si misma y de 14 años llegando a la casa de su abuelita que dejaba siempre la puerta sin candado ni llave, en pleno horror: su tío enfermo se había colgado con una cuerda muy gruesa para ahorcarse. Su abuelita en un rincón lloraba y esa adolescente no se sabe de dónde sacó tanta fuerza y pudo descolgarlo de su cordón y de la vida espantosa que entre fantasmas le hablaban sobre su loca locura.

Su padre sabio vio que su niñita al recordar lo indecible, moría de angustia y como siempre decidió protegerla:

-Salvate con el arte, dale! Salvate vos misma con el arte que llevás en las venas. 

Esa Patri lo escuchó y le hizo caso. Fue por el año 1974 o 1975. Plena Dictadura Militar: quiso estudiar Historia en la UBA, pero ese viejo querido NO la dejó. Sería "chupada" como tantos otros jóvenes. Sería quizás una desaparecida más. 

Entonces optó por un Profesorado en Enseñanza Primaria y estudió y estudió. Tanto estudió que por tener tan óptimas notas hizo su residencia trabajando.

Es decir que Patricia tiene más años de trabajo que de título.

Y fue una de las situaciones que más gozó en su vida, mientras se inscribió en la ex Prilidiano Pueyrredón y allí conoció el mundo del arte : pintura, serigrafía, dibujo y escultura.

Y los viejos queridos siempre tienen razón.

Muy largo, nuevamente.

(Continuará).

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