I
Como si fueras Eva,
la madre del mundo;
hecha de mi costilla
para mis manos.
Siempre estuviste en mí:
antes de ser nosotros,
ya estábamos; ya éramos
dos cuerpos en uno.
Tú estabas dormida
en mis sueños,
y cuando abriste los ojos,
yo también desperté a la vida.
Levántate, Eva:
come de mí,
bebe de mí;
llévate la mitad del amor
y guárdalo en tu vientre.
Haremos un hijo
y será nuestra semilla
en la tierra fértil,
y será puro como tú,
que eres paz y luz
resplandeciente.
Quiero florecer
mirándote a los ojos
y verme al verte.
Ámame, Eva;
aquí y ahora,
el tiempo no existe.
II
Sentí sed
y bebí de tu boca,
sentí hambre
y comí de tu carne.
Tú, hueso de mis huesos;
eres mi vida y mi muerte.
—Ayer, hoy y siempre—.
La voz de tu sangre
llamó la mía,
y mi espíritu ardió;
y cada día
dentro de mí se repitió
la llama inapagable
de tu amor.
III
Yo fui la roca
y tú el río,
siempre fluiste
llevándome contigo.
Estarás en mi alma
y en mi piel
por los siglos
de los siglos.
Pan y vino,
carne y huesos;
del polvo vinimos
y al polvo volvemos.
—Felicio Flores
- Autor: Felicio Flores (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 26 de abril de 2024 a las 18:25
- Comentario del autor sobre el poema: Gracias por leer.
- Categoría: Amor
- Lecturas: 7
- Usuarios favoritos de este poema: Francisco Javier G. Aguado 😉, 🇳🇮Samuel Dixon🇳🇮, Una voz
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