En el jardín de los engaños.

En el jardín de los engaños.

Se halla un hombre nuevo que dice ser poeta, la musa lo vio para decirle, hombre poeta, habla de lo que ves alrededor , habla y te irás.

El hombre llevo su cuerpo a recargarse sobre un árbol , con el himno en la boca y la lira en la mano comenzó a recitar.

Querida musa que cuidas en el jardín de los engaños, yo sólo soy un hombre que canta el verbo del porvenir.

En el jardín de los engaños, el cielo está opaco, el aire frío que muerde la carne, el día triste y flotan grises melancolías que ahogan cuando respiras.

Allá donde muere uno nace el tormento del otro, las enredadas rosas clavan sus espinas en el cuello de los hombres.

A las miradas del gran sol, las abejas pican el rostro y llenan los ojos de lágrimas.

Lágrimas que ruedan en los tristes rostros y al caer en la tierra negra florecen hiedras que envenenan con su aroma.

Blandas y relucientes están las flores de lavanda, a lo largo del día desprenden su esencia de dolor y un agudo clavo de melancolía en el corazón.

Cuando llega el invierno el frío se siente en el cuerpo y hace temblar el alma, los grandes himnos quedan en el olvido.

Los hombres ya no son hombres más que pobres diablos en el olvido, que dan vueltas sin llegar a ningún lugar.

Con el aire glacial cubriendo el cuerpo y mordiendo la carne de aquellos diablos.

Los infelices cubiertos de nieve pegados al estanque dando vueltas para calentarse.

Desatada y helada es la noche sombría que con su vacío hace resonar entre los árboles podridos la música del olvido.

¡Oh, musa! , en el jardín de los engaños, el cielo está opaco, el aire frío que muerde la carne, el día triste y flotan grises melancolías que ahogan cuando respiras. 

 Gael Nolasco.