En la penumbra de la noche oscura,
se ahogan mis suspiros en el silencio,
mi alma, herida, busca consuelo,
en el recuerdo que a mi mente perdura.
¡Oh, hijo mío, estrella fugaz y pura,
que nunca viste la luz de este mundo!
Tu ausencia pesa como plomo profundo,
y el dolor en mi pecho aún perdura.
En mis sueños, veo tu rostro, tu figura,
y en cada latido, el eco de tu risa,
me recuerda la eterna y dulce brisa,
que prometía la vida, la aventura.
Mas el destino cruel, con su espada dura,
me arrebató la dicha, dejando solo un vacío,
que ni el tiempo, ni el vino, ni el rocío,
pueden llenar, ¡oh, triste amargura!
Comentarios1
Un excelente poema de amor
Un saludo
Gracias mi estimado, que tengas un buen día.
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