Nunca estuve en ella

maximo nicola

 
 
 
 
No sé cuánto tiempo pasó desde aquella tarde cuando me echó de su vida.
 
Fue una escena inexplicable, dolorosa, el instante donde emergió su verdadera piel, la repleta de gritos contenidos, de historias silenciadas.
 
Esas, donde la traicionaron y en las que traicionó, la violenta, la arrepentida, la historia oculta detrás de todas sus historias, cuando se enamoraría por única y última vez, cuando casi niña la engañaron sin escrúpulos, cuando la abandonaron a su suerte.
 
No recuerdo qué día era, solo conservo la imagen de su rostro destemplado cuando le explicaba y no entendía, en la que no le interesó saber que todo estaba vivo en mí, como cuando la besé por primera vez, como cuando le hice el amor por última vez. Y como respuesta, solo dirigió sus ojos al infinito, ofreciéndome una mirada vacía.
 
Si me hubiese entregado un instante de tiempo para decirle cómo iba a hacer para que nuestra vida juntos valiera, para enseñarle que había otros modos de entenderme, pero eso a ella jamás le interesó.
 
Yo estaba convencido de que venía a borrarle y a remediar ese pasado… Pero ella quería que todo se acabara en esa exacta tarde sin saber que excusa usar, pero que se terminará.
 
En ese momento entendí que jamás me amó, ni me quiso, que ni siquiera le atraía.
 
Que su única meta era vivir mejor con mis esfuerzos, tanto le podía dar, tanto me iba a entregar, todo era cuestión de precio y no de valor, nada era gratis, ni siquiera la verdad y menos el amor.
 
¿Cómo me dejé engañar así?
 
Yo, que me creía tan inteligente y formado, si me hubiese dado cuenta desde el principio quién era ella y no lo hice, y descubrir lo que nunca supe hasta ese día…
 
Así, por las malas, aprendí en carne viva que a su corazón estas cosas banales no les interesaban y que una vida de pobrezas la obligaba a ser una copia de María Magdalena, pero sin redención.
 
Ahora, pasado el tiempo, su cara y su nombre primero se mezclan, después se escurren juntos y van desapareciendo lentamente, pero claro, algo queda…
 
O al menos se quedaron, pero sin demasiados detalles.
 
Sobreviven algunos recuerdos desprovistos de vida; un nombre, un rostro, monólogos sin amor en las penumbras de algunas tardes, pocas cosas en proporción a la cantidad de pasiones que con las que mi corazón la premiaba y que no fueron reconocidas por su corazón, que solo me entregaba fríos cálculos monetarios hechos con desamor.
 
Y el final…
 
Un ataque de lamentos fantasmales, con una ira incapaz de controlar, repleta de frases con arrepentimientos y agravios.
 
Y ya amainada esa tormenta que ella misma creó, llevó temblando un cigarrillo hasta la boca, el que encendió aspirándolo profundamente y que acto seguido arrojó al piso, murmurando más palabras incomprensibles y con una sonrisa esquiva, con su mano derecha señalándome la salida, cerró la puerta tras de mí.
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Comentarios +

Comentarios1

  • jvnavarro

    Estuvo en el poema, lo he leído y me ha gustado
    Un saludo



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