Y fue espina, tal vez de un tala
u otra de origen más humano,
la que clavó mi pecho en aquella lejana
adolescencia, que se siente tan cercana.
O tal vez las púas de la negra acacia
que siguieron recurrentes en la herida,
matizadas con la belleza de las rosas,
también espinadas…
Y aún hoy, llegando a mis orillas
y cumplido en esencia a lo que hace al ser hombre,
radiante en mi prole de hijos y de letras,
es persistente aquella espina primigenia
que sin querer me hiriera
y me hiciese dar el primer paso
a esta madurez que guarda en sus entrañas
a ese chiquilín incorruptible.
- Autor: Carlos Justino Caballero ( Offline)
- Publicado: 28 de mayo de 2024 a las 18:44
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 7
- Usuarios favoritos de este poema: Pilar Luna
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