Absurdo

Camino fastidiado por el parque;
me siento unos minutos.
Paseo la mirada escudriñando
en el cielo nocturno,
fingiendo que la luna a conseguido
rendirme ante su embrujo.
Espero que transcurran los instantes.
Me alejo y continúo.

Un tipo, que parece preocupado,
absorto en sus asuntos
me ignora, mientras prende su cigarro;
comprendo y no lo culpo.
Yo mismo no me entiendo algunas veces,
mi mundo es tan confuso.
Hay gente que a mi paso me sonríe.
Sonrío y disimulo.
No quiero que esa gente se dé cuenta
que, a pocos, me derrumbo.

Avanzo un par de calles. Me golpea
el aire nauseabundo.
Los perros han dejado todo un rastro
de restos insepultos,
que marcan el camino a su guarida;
— el callejón oscuro —
Algunos, que han quedado rezagados,
pelean un mendrugo.
De pronto, apresurados, se dirigen
corriendo a su refugio.

Volteo para ver que los asusta,
entonces lo descubro;
se acercan, me parece, unos borrachos
en un pequeño grupo;
patean la basura, vociferan
y lanzan mil insultos.
Al verlos acercarse, por instinto,
aprieto bien los puños.
También ellos me ignoran cuando pasan.
Inútil fue mi impulso.

Mañana esta rutina se repite,
– quizás en otro rumbo –.
Y en vez de los borrachos yo me encuentre
con unos vagabundos...
¿Por qué percibo todo triste y gris?
— a veces me pregunto —

Tratando de emular a esos poetas
— he visto qué hay algunos,
que pueden describir con hermosura
hasta el rincón oculto
de un sucio callejón; y a la tristeza
hablarle entre susurros.

Yo sólo he conseguido este relato
completamente absurdo.

Intentando la estructura utilizada por el compañero Rafael Escobar en su poema “Rebeldía”.

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