Aquí estoy, sentado mirando la ventanilla.
El olor a carbón y el sonido abruman mis sentidos.
El tren no para en más estaciones, solo corre
a través de paisajes y lugares inexplorados,
fuera de la mano humana, lejos y cerca de mí.
Las tempestades no calman su andar.
No hay cuesta demasiado inclinada para él.
Lleva años y décadas moviéndose.
No lleva combustible, no lleva pasajeros.
Solo me traslada, a mí y a su chirriante carrocería,
a través de cascadas, bosques antiguos,
desiertos, extensas lagunas y mares.
A día de hoy, no recuerdo el día que zarpó,
que abandonó su estación, el día que fue fabricado.
Aquí dentro estaré si me buscan, viajando
en mi oxidado tren, cansado y roto,
con sus nubes azabaches de carbón,
sus vías desgastadas por el tiempo
y su alma, que a pesar de su vejez
nunca se detendrá hasta la última parada.
Es a donde yo me dirijo, mi destino final:
la última estación.
- Autor: JavierRamos01 ( Offline)
- Publicado: 30 de mayo de 2024 a las 17:34
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 12
- Usuarios favoritos de este poema: Pilar Luna, jvnavarro, alicia perez hernandez, Nhylath
Comentarios2
Buen destino en un tren muy poético
Un saludo
¡Así es la vida... nos montamos en el.tren del destino sin saber la estación donde debemos bajarnos y sin regreso!
Saludos
Nhylath
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