Me gusta saborear frutos prohibidos

Ivette Urroz

Me gusta saborear frutos prohibidos, como Eva, la divina
manzana que degustó en el paraíso del Edén.
Caer rendida en brazos del pecado, retozar, caminar
por ese paraíso astral, y saborear la cicuta de tu esencia,
juntando nuestras almas, si juntándonos nuestro
rutilantes universos de amor y de lujuria.
Sublevación de libidos sin culpas ni reproches,
donde nunca se consumen las velas del deseo,
candor de kundalini, deslumbre en los aureolados sueños;
en sábanas ataviadas, se tejen arrebatos y locura, ¡Fuego eterno
en tus labios!
¿Quién dijo que en calma quedara la llama de la foresta?
Tierra explosiva de sensuales fantasías, llévame al hálito del
castigo, ¡oh amor envuélveme en el follaje frondoso de tus ansias!
Atrapando auroras, para que los recuerdos vuelvan
a danzar con el exótico ombligo de asombros y de gozos.
Entre la noche serena y el clamor del día, danzamos en los
laberintos verdes del amor.
Lunas acompañándonos en prístinas soledades, el primer gemido
lo anuncia el silencio, el suspiro en tu mirada cuando apenas
somos carne dentro de un solo espíritu libre, para cantar mundos
distintos, para cruzar las alboradas de nuestros corazones.
¿Dentro de flores transparentes habrá noches oscuras?
Pensamientos de paraísos que solo el alma reconoce, los soles
de tu sombra los desnuda, como gacelas heridas alejándose
de horizontes vacíos y helados.

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