Eterna Esperanza

Diego Pantoja

En la penumbra, su figura emerge
como un destello de luz en la sombra,
espejismo de luna que se asoma
entre los velos de la noche, y en su fulgor
mi corazón se pierde.

Sus ojos, faros de un cielo
que nunca he conocido,
guardan secretos que el viento
en susurros, me ha confiado.
Y en su risa, como un canto lejano,
encuentro ecos de estrellas
que jamás han dejado de brillar.

Ella, en la quietud de mis sueños,
se alza como un faro en la tormenta,
y sus manos, blancas como la nieve,
dibujan caricias que nunca he sentido
pero que arden, en la piel de mi alma,
como un fuego eterno.

Es el delirio de mi ser,
la fantasía que en mis noches
renace, cual fénix de cenizas;
y aunque su ausencia es el manto
que envuelve mi desvelo,
su presencia, en mis pensamientos,
es el refugio donde mis miedos
se disuelven.

Ella, que no está y sin embargo,
en cada latido persiste,
es la llama que no se apaga,
el sueño que no se desvanece,
el ideal que, a pesar del dolor,
mi espíritu mantiene vivo,
como una esperanza que nunca
muere.

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