Cuando empecé a ser yo.

el brujo de letziaga

Nací hacia las siete..., una mañana de abril,
complaciendo a mi padre
que era caminante cansado de pies y de ánimo
en los montes vascos de algún Dios.

 

En ese momento empecé a ser yo..., el centro de todo mi alrededor,
latiendo en la desnudez con inmediata plenitud,
como absoluto presente
pasando el tiempo en el pecho de mi madre.

 

Una amorosa invasión de lo humano
que resplandecía en la envoltura de lo compacto.
Un pulso de vida con halago de lo rollizo
tan vasco y tan inquieto.

 

Un año más..., un año más y muchos más...
San Silvestres de doce uvas y bastantes viejas noches
y de mientras muchas preguntas: ¿Quién he sido, quién soy, quién seré?
Algo parecido a la fuerza de la gravedad, cogiendo velocidad.

 

Por eso tengo vida, esa vida que me queda por delante
que duda cabe.
¿Habrá algo más? Me sigo preguntando...
A lo mejor solamente algo de poesía en estado puro.

 

Y la verdad sea dicha...
Este poema supone que todo lo que vive nace
y todo lo que vuela es ave.
Y yo soy poeta... ¡Eso sí que no lo sé, ni se sabe!

 

 

 

 

 

Y aunque sé que no tengo lectores
papel tengo de sobra,
y mi obra seguirá incompleta
mientras sobrevivo en este día..., a esta misma hora.

 

Porque notorio es que la vida es una aventura
¿Y tú qué me dices, mi otro yo?
Bajo esta luna sin gente que no se muere
en negación de la muerte.

 

¿Sabes? Soñémonos juntos,
el sueño mejor..., que es el último sueño.
Ese sueño que nunca se acaba y siempre se eterniza
¿Y tú qué me dices?

 

¡Pues que vas a decirme!
Que todo es una puta mentira,
con un desenlace que no existe y que a nadie importa
Y que este poema posiblemente..., no me lo lea casi nadie.

 

¿Porque a quién le puede importar mi dislate?

Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos




Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.