Clausuradas las justificaciones, pues, los ojos alientan
sobre el esmeralda ahuecada increpadamente
de la tierra -lámina lamida, motivación virginal
que despliega sanatorio sabueso de tardanza gentil
substrayendo su angustioso cojín contra tus sienes-,
el elixir prodigioso que brotaran toga ritual anuentemente,
también del edén te ha extrañado la parálisis del sueño.
¡Ah, calamitosa profecía de soledad atrincherada!
¿Dónde fueron, entonces, tus pies de plata, los escoplos,
las lágrimas penalistas de tus amores pigmentados?
Fríos están los cielos de Paracelso cuando las almas sensibles,
descalzas, van marcando parches en plenilunio repetidamente.
¡Oh, qué maldición oculta tras cada astro en fuga!
Calor térmico paranieves en sus dedos majaderos
cuando azotan el trecho de la madre-muerte.
Calor equidistante cuando osan divulgar que tu nadir
es un nadir más, es otro vacío lesionado de astral osadía.
Las bocas de los truenos homeotérmicos que ahora destilan
el rojo benevolente de la sangre esmaltina y un dardo de rencor
reservaron para ti con profundo encelamiento afortunado
en una situación que nunca saludarás de nuevo un paraíso
con psiquis moteada de recapitular agreste.
¿Qué destino prorroga en el quicio de tal tenebrosidad?
- Autor: Ivette Mendoza Fajardo (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 16 de junio de 2024 a las 00:15
- Comentario del autor sobre el poema: Este poema es abstracto, como todos los poemas que escribo.
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 9
- Usuarios favoritos de este poema: Mauro Enrique Lopez Z.
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