La otra historia

Cristian Gil

No siento frío, no siento calor. Nado de un lado a otro, es un espacio pequeño, pero bastante cómodo. Mí agente de viajes no se equivocó con el servicio, hay comida muy buena en este lugar, solo pienso en algo rico y siempre hay alguien que me trae. Ayer me comí un chocolate con almendras, y eso que era de madrugada. Al parecer, hay guardia de servicio. Este gran hotel de lujo, tiene un nombre y se llama mamá.

Y hablando de mamá, escucho que ella habla con un señor que he escuchado antes, creo que se llama doctor, y le dice que piensa que seré una nena. No sé qué será eso, pero espero que sea la explicación a lo que me ha salido entre mis piernas, más abajo de mí ombligo. Tengo miedo, por qué no sé qué será, y no me di cuenta cuando me salió, pero está creciendo, parece un dedo o una especie de brazo, bueno no, tan grande no es. Pero si es, lo que él dice, ya que tanto me conoce, me gustaría verlo para mostrarle la nena que me salió por su culpa.

 

Hoy me desperté un poco raro, estoy incómodo y claro, se lo hago saber a mí mamá. No voy a dejar propina cuando me vaya. Hoy es un día especial y no hay nada mejor para los domingos que escuchar los Dukes de Hazzard.  Todavía me siento algo raro, mi mamá le dice al del servicio de comidas nocturnas que le tome el tiempo de las contracciones. Se ve que es un hombre muy bueno, por qué ella siempre le está pidiendo cosas raras. Él le dice, que ya es hora de ir al sanatorio, no sé qué es eso, pero espero sea para que yo no me sienta tan incómodo.

Mi mamá es fanática de la serie, y le dice que en cuanto termine nos vamos. Ya no quiero escuchar el final del capítulo, mi mamá me dice que espere a llegar, no sé qué quiere que espere, pero yo ya me cansé de sentirme así.

No puedo nadar, no sé qué pasó, tengo frío. Una luz blanca me hace doler los ojos, pero alcanzo a ver a ese que le dicen doctor, dice que soy varón, y ya que lo tengo tan cerca, a los gritos le digo, ¡Mira tú nena, bigotón! Quisiera el libro de quejas, pero al ver el rostro de mamá, y sentir su corazón, todo queda en paz. Y el del servicio de comidas nocturnas resultó ser, que se llamaba papá.

El universo y yo nacimos un domingo de marzo, justo el día en que se celebraba el día del comandante de las legiones celestiales. A la hora en que Escorpio ascendía en el cielo y Tauro descendía. El día en que el grito de libertad hacía Doppler con la frase "nunca más".

Y como vengo de Nunca Jamás, aclaro que Garfio no tengo. Reconocido por una firma galáctica como el Mago Blanco, pulsos armónicos de la Onda Encantada me hacen portador de la atemporalidad. Y es por eso, y mucho más, que no hay otro igual. Gracias mamá y papá.

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Comentarios1

  • jvnavarro

    Un relato precioso
    Un saludo



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