Dulces mariposas

Anne Black

Tu voz es la melodía apasionada que suena al compás de una luna gigante y brillante. Testigo de las emociones provocadas con un sencillo mensaje, pero único cuando eres tú quien hace sonar mí móvil, interrumpiendo y bajandome de regreso a tierra firme. Generando en mí estómago las más dulces mariposas. Me secuestras en la fantasía de una quinceañera y me haces quererte con esa facilidad que no suele ser recurrente para alguien como yo. Me elevas y llenas de palabras bonitas que quisiera decirte. Pero me impido de hacerlo, porque a pesar de descubrirme aún humana y sensible, tú no eres para mí. Sin embargo, si supieras cuánto significas en este corazón; desde la primera risa, la timidez y ese primer beso que me robaste, pero que anhelaba que hicieras. Te marcaste desde la primera sonrisa infinita, aún cuando solo fuera una charla ordinaria, tu compañía me complacía en todos los aspectos y los días se hacían cortos y bonitos; me has hecho sentir lo que nunca antes nadie consiguió, y lo ame, y te ame. 

La parte de extrañarte cuando no podíamos charlar, no era de mí gusto, porque te enterrabas con más profundidad en mí mente, y no había forma de que te salieras. Revisaba mí celular hasta cuándo no era consciente de hacerlo. Pero, ¡Si que sonreía cuando te anunciabas nuevamente! Podía dejar lo que estuviera haciendo para después o hacerlo a la velocidad de la luz con tal de hablarte y que me hablases. Podía no dormir o dormirme sintiéndote al lado, oliendo tu perfume en aquella camiseta que todavía sigue siendo un tesoro para ésta ridícula mujer, que aún te quiere, y que aún revisa su móvil esperando tener noticias tuyas. 

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