La vasca Soraya

Neska Soraya, tan rubia y vasca,
muchachita de mi infancia
yendo con su cantina de mediodía
a casa de su abuela,

 

y la miraba cuando pasaba
haciéndome imaginaciones con ella,
pero siempre ocurría
algo parecido
al cuento de la lechera,

 

porque jamás
me atreví a ligarla,
ni siquiera,
cuando llovía copiosamente
la pedí que me tapara,
bajo su paraguas de charoles
y de niña
rompe corazones,

 

incluso me dormía
pensando en cada flor de su anatomía
y en sus minúsculas primaveras,
plenas de almíbar
y amapolas incendiarias
jugando a muñecas,

 

hasta que el tiempo fue pasando
de la ceca a la meca,
y su pelo rubio se quedó plateado...
más el vuelo del viento
le fue arañando surcos dilatados
cual ríos de años,
que corrían resecos y fingidos
por lo bello lejano...

 

pero en cambio ...
con sus ojos perpetuos
azules y claros,
ni la noche más oscura
pudo con ellos,

 

y hoy mismo
como rayo de sol viajero
por los horizontes
de sus pétalos pretéritos,
la escribo estos versos diversos
de los que nunca sabrá nada.

 

Porque Soraya, es tierna, dulce y vasca
a la que sigo contemplando
con esa luz profusa que desprende
por las calles de mi barrio,
y que me sigue deslumbrando
como antes y como siempre,
aunque para ella,
yo nunca haya existido en su mirada
y moriré seguramente
sin decirla,
cuanto la quise en su día
y todos los días
de mi vida.