Tristeza endógena

Marisol Pantoja

Tristeza endógena

Desde el inicio de los tiempos, entre gritos y recuerdos, cobija una tormenta que atormenta el corazón. Ha de ser una tormenta heredada, energía de las almas que se fueron para dejar en su lecho el deseo postrero que su muerte alargó. Se asoma una tristeza sin causa, siempre viene, como un recuerdo sin forma, un vacío, un amargo, desde el inicio de la conciencia, cuando entre hojas y tierra, de la mente de una niña nació, y entre juegos se dio cuenta, de estar en este mundo, y en lugar de alegrarse, sin querer lloró...y sintió, sintió que por primera vez sí había una razón.

Y se unificó con el mundo, y se unificó con la sed, la carencia, la apatía, el desazón, qué tristeza de la niña, que se piensa pieza de un rompecabezas en el que no encajó. Y no va a encajar, ¿cómo va a encajar?, si sus fragmentos están en sí misma, y no en los demás. No va a encajar, ¿qué va a encajar?, ¿su rompecabezas entero, partido a la mitad?

Es arena, que en marea baja, ya no mira el cielo y se sabe suelo de agua salada. En profundidad borrosa, esperando plenamar. Esperando recuperar el cielo claro que seguramente una vez tuvo; ese que la noche oscura de un tajo le quitó. O poquito a poquito, que en la imperceptible lentitud de quitar están los males peores, cuando la cárcel es tan libertina, que aparenta libertad también.

Configuraciones del cerebro, o tal vez de alrededor, que combinan en su receta el sabor amargo del sin causa, configuraciones genéticas, endógena depresión.

 

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