Con el tiempo.

Con el tiempo, hasta la sal de las lágrimas se acaba quedando solo en agua lo que dejamos en el pañuelo.

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El cabello se cae, se vuelve frágil, la piel ajada, la uña quebradiza, duelen más huesos de los que sabes tienes y el pasado se vuelve un libro que ya no lees más. En ese pasado hay tanto que dejar tirado, hay tanto, ya que dejar bajo tierra porque pesa más que un muerto.

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Entonces, cuando te miras al espejo y ves a esa nueva persona que has ido construyendo con los años como tu nuevo ser, el que habita ahora, ese ser que jamás pensaste te llegaría y que sin más se ha aposentado en ti. Hay que adaptarse a todo, al nuevo cabello, a la seguridad de que debes humectar más tu piel, que debes caminar con más cuidado y que aún reír es posible y sano.

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En esta nueva vida en que estás, debes entender que atraes lo bueno, pero hay que cuidarlo, que ya no se despilfarra nada porque el tiempo, el mismo tiempo, se va. La vida, he dicho varias veces que es una mujer que, siéndolo, es tan sensible que solo la puedes tratar bien porque si no lo haces, se molesta, hace un berrinche y se va.

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Hay que saber y entender que somos seres en evolución, que la madurez no es una desventaja ni es caer, es crecer y saberte más íntegro desde el conocimiento y la experiencia, la sabiduría de entender las emociones de cada persona que pasa por la vida y también con ello comprender que el que no quiera estar tiene su puerta abierta.

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Hay muchas personas con alguna edad ya madura que no se quieren porque no se ven y se sienten iguales a como cuando eran jóvenes, se ven tristes y amargados porque no saben o no quieren entender que en las canas hay sabiduría, en las arrugas conocimiento y en el cansancio la ruta marcada que se pisó y de la que se aprendió y se gozó.

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Que el tiempo no pase sin la certeza de que vamos a ser sabios y más tranquilos, porque la madurez es la mejor etapa de la vida y así se debe disfrutar con todo lo que nos representa: ser grandes. 

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Dolores Luna. 

Anna. 

Julio 10. 2024.

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