Ayer fue día de muertos…
y visité a mi madre que desde hace 50 años reside ahí, inerte.
En mi mente visualicé su cara, como si fuera ayer que la mirara…
Y recordé: que nadie jamás amó, como ella a mí me amaba.
Y yo, que fui y he sido preponderante, necio, chusco y exigente,
me pregunté a mí mismo: ¿Por qué yo sigo vivo, y ella ha muerto?
Muy cerca, a un lado, llegué a la tumba de mi amado ahijado…
Era tan bueno, tan cortés; jamás lo oí decir nada malvado…
Era un joven buen mozo; amante, bohemio de buen gusto.
Mas yo que siempre soy y he sido engreído, petulante y vanidoso,
me interrogué en silencio: ¿Por yo sigo vivo, y él ha muerto?
En el mismo local, habita en un nicho de mármol…
mi más joven hermana; aquella que perdonó todas mis falacias.
Yo la arrullé en su cuna… Fui su tutor; su eterno, héroe.
No hacía nada dañino; no fumaba; jamás consumió alcohol.
Amaba los paseos, las golosinas y era muy generosa.
Jamás le oí decir ninguna maldición, ni pensamiento fatuo.
Y yo, que siempre he sido insensible, intransigente;
sobreviviente de tres mil batallas sin bandera,
me pregunté de nuevo: ¿Por qué yo sigo vivo, y ella ha muerto?
Finalmente, llegué a la tumba de mi hijo legatario…
Mi primogénito, que falleció hace un par de meses;
El día que yo (en alegoría), morí del corazón por su partida.
Jamás podré creer que se haya ido. ¡Pero se fue por siempre!
No traje flores para adornar su nicho; no necesito flores para honrarlo…
Un trono ya le construí con mi letargo.
¡Cuantos años disfrutamos un millar de experiencias,
las que a diario revolotean asiduas en mi mente.
Era tan fuerte; arrojado cual ninguno; incansable lector de obras maestras,
astuto de memoria; de un carácter de indomable acero.
No tenía vicios, y jamás escupía veneno en vano…
Era directo y sabio; letal en argumentos; nadie osaba desafiarlo.
No hubo momento que, no aspirara iniciar un nuevo texto, o una nueva faena.
Dejó a un pequeño huérfano que vivirá solamente de recuerdos…
y a una hermosa mujer a quien sólo dejó efemérides que gozará en silencio
y el incienso de su efímera existencia, cuya esencia se disipó en el viento.
¿Quién diría que diminuta célula de carne cancerosa
le arrancaría la vida a tan audaz guerrero,
sobreviviente de un millar de guerras, que siempre salía ileso?
Mas yo, pirata del desierto; decano de miríadas batallas,
me pregunté en silencio: ¿Por yo sigo vivo, y él ha muerto?
Yo soy el veterano; él es la flor naciente, y yo, yo soy la breña.
¿Por qué la vida, como flor de loto, florece en las auroras
y por las noches, entre las aguas, se marchita y se fenece?
¿Por qué persiste la maraña, aunque la pisotee o la emponzoñe?
¿Por qué el colibrí que amamos se nos escapa de las manos,
como un beso precario que se fuga, dejado como huella,
solamente el chasquido fugaz de su existencia?
Y yo, hoy desconsolado; atosigado por trémulo presente;
en un laberinto de fúnebre tormento, me pregunto en silencio:
¿Por qué yo sigo vivo, y ellos, ellos han muerto?
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- Autor: OSCAR LUIS GUZMAN ( Offline)
- Publicado: 17 de julio de 2024 a las 20:17
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 14
- Usuarios favoritos de este poema: Mauro Enrique Lopez Z.
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