VISITA AL NECRÓPOLIS

OSCAR LUIS GUZMAN

Ayer fue día de muertos…

y visité a mi madre que desde hace 50 años reside ahí, inerte.

En mi mente visualicé su cara, como si fuera ayer que la mirara…

Y recordé: que nadie jamás amó, como ella a mí me amaba.

Y yo, que siempre fui preponderante, necio, ridículo, exigente…

Me pregunté en silencio: ¿Por qué yo sigo vivo, y ella ha muerto?

 

A unos cuantos pasos, llegué a la tumba de mi amado ahijado…

Era tan bueno, tan cortés; jamás lo oí decir nada malvado…

Era joven, buen mozo; amante, alegre y bohemio de buen gusto.

Más yo que siempre soy y he sido engreído, petulante y vanidoso,

me interrogué en silencio: ¿Por yo sigo vivo, y él ha muerto?

 

En el mismo lugar, vive mi hermana muerta, en un nicho de mármol.

Yo la arrullé en su cuna… Fui su tutor; su eterno, héroe.

No hacía nada dañino; no fumaba; jamás consumió alcohol.

Amaba los paseos, las golosinas y era muy generosa.

Jamás le oí decir ninguna maldición, ni pensamiento fatuo.

Y yo, que siempre he sido aguerrido, despreocupado, intransigente…

Sobreviviente de tres mil batallas sin bandera…

Me pregunté de nuevo: ¿Por qué yo sigo vivo, y ella ha muerto?

 

Finalmente llegué a la tumba de mi hijo legatario…

Mi primogénito, que falleció hace un par de meses…

El día que yo, en alegoría, morí del corazón por su partida.

Jamás podré creer que se haya ido… Pero se fue por siempre.

No traje flores para adornar su nicho… No necesito flores para honrarlo…

Un trono ya le construí con mi letargo. 

 

¡Cuantos años compartimos la vida, y juntos disfrutamos un millar de experiencias

que a diario revolotean asiduas en mi mente.

Era fuerte, arrojado cual ninguno… Incansable lector de obras maestras.

Astuto de memoria; de un carácter de indomable acero.

No tenía vicios, y jamás escupía veneno en vano…

Era sabio y letal en argumentos… No había momento

que no quisiera aprender un nuevo texto, o una nueva faena…

 

Dejó a un pequeño huérfano que vivirá solamente de recuerdos…

y a una hermosa mujer a quien sólo le dejó efemérides que gozará en silencio:

y el incienso de su efímera existencia, cuya esencia se disipó en el viento.

¿Quién diría que diminuta célula de carne cancerosa

arrancaría la vida de tan audaz guerrero,

que en vida sobrevivió miles de guerras, y siempre salía ileso?

Mas yo, pirata del desierto; decano de miríadas batallas,

nuevamente me dije y pregunté: ¿Por yo sigo vivo, y él ha muerto?

 

Yo soy el viejo, él el joven… El es la flor, yo soy la breña.

¿Por qué la vida, cual flor de azalea, en la aurora florece y en la noche muere?

¿Por qué la yerba mala persiste, aunque la pisotées o la envenenes,

y la flor que amamos, sin darnos cuenta, se nos escapa de las manos,

como un beso precario que se fuga, dejado como huella,

solamente el chasquido fugaz de su existencia.

Desconsolado, diariamente, me pregunto en silencio:  ¿Por yo sigo vivo, y él ha muerto?

  • Autor: OSCAR LUIS GUZMAN (Online Online)
  • Publicado: 17 de julio de 2024 a las 20:17
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 1
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