Cachitos de felicidad

La felicidad llega en cachitos y yo procuro atraparla en fragmentos de memoria.
Fragmentos que cada vez son más pequeños, difíciles de buscar y difíciles de encontrar.
Están remontados en secciones o áreas de acceso que yo misma he bloqueado con el paso del tiempo.
Quizás ha sido sin querer.
¿Porqué quién demonios quiere olvidar lo bueno y lo feliz que fue?
Más sin embargo lo triste, lo malo ahí está a la mano tan accesible como el oxígeno.
Nos han metido en la mente que se aprende de los errores, que es bueno tenerlos presente para no volverlos a cometer.
¡Cielo Santo! ¿Qué nos han hecho?
¿A dónde vamos a parar con tal locura?
Llenar hospitales, salas de espera o algún lugar en el camposanto.
Llenar quizás los bolsillos de algunas farmacéuticas o de
especialistas en psicología o psiquiatría quienes nos ayudarán a conseguir volver a ser felices, a encontrarle un sentido a nuestra vida, a encontrar una forma de canalizar la culpa, la tristeza y todo cuánto parece no ser una buena emoción.
Al final siempre terminamos vomitando lo que llevamos dentro eso que por tiempo vamos reservando, reprimiendo y ocultando de los demás.
¿Para qué?
Para no vernos débiles, para vernos felices, exitosos y plenos.
Aunque por dentro esté todo hecho cachitos.
Aunque por dentro no sepamos realmente hacia donde vamos.
Aunque tengamos que cerrar la puerta y las cortinas para que nadie vea lo vacío de nuestras vidas.
La mentira que nos han obligado a crear a vivir.
Quizás si existe algo perfecto en éste mundo de locos.
Quizás lo perfecto sea ésa locura por la que se nos juzga.
Porque al final quizá sea como dicen y uno no recuerde nada ni lo bueno ni malo que vivió , que hizo.
Y mueran todas y cada uno de las emociones.
Y se vaya con nosotros a la tumba aquello que nunca nos atrevimos a sacar.
Y también queden sepultados esos cachitos de felicidad que fuimos dejando en el olvido por estar intentando vivir.
Vivir con felicidad