¿Cómo enfrentar la vida si todo lo que me importaba en este mundo me fue arrebatado? ¿Cómo me quito esta confusión y cómo se lidia con la vida y la muerte? Estoy cada vez más cerca de abandonarlo todo. Estoy en medio de una batalla contra mis verdaderos sentimientos y los que finjo para que no los noten. No tengo las fuerzas para soportar sermones y palabras que ya me sé de memoria. Y aún así, no quiero verme envuelta entre atrevidos que intentan consolarme de una forma tan descarada No saben lo que duele, lo difícil que es leer nuestra historia, hacer memoria de tantos momentos vividos juntos. Lo desgarrante que es caminar por las calles del ayer y sentir en el pecho que me falta algo. Que aceptarlo es reconocer que ya no te voy a volver a ver, y cuando lo pienso, me atrapa esa sensación que no se puede explicar porque no encuentro las palabras, pero que se siente, y lo único que puedo describir es lo desesperada que todavía estoy. Mirar tus fotos me lleva a la locura y el capricho de querer que vuelvas, alzar la voz de mi interior y reprocharle a Dios, reclamar que te devuelva, y caer en el llanto feroz que no quiere parar. Estoy cansada de despertar y que nada cambie, la voluntad me abandona y quiero rendirme.
Me has desafiado, osito, me pusiste a prueba y entiendo que hay emociones que todavía me dominan y que no tengo interés en disimularlas. Me haces ver lo débil que soy y es aterrador porque ya no puedo refugiarme en ti, en nosotros. Me surgen preguntas y lucho contra quien soy y quien intento creer que soy. Mis sueños se hicieron pedazos cuando abrí los ojos y solo vi tu cuerpo aún tibio. Revivo esa madrugada todos los días, incluso cuando no quiero hacerlo. Yo, intentando llamarte, y que mi voz fuera acompañada de lágrimas pesadas, sin intención de ocultar nada. Se desvanecieron trece años en un soplo. Juro que no quería soltarte, necesitaba volver a dormir abrazada a ti y cantarte, cantarte tu canción, pero el aire se me cortaba y me callaba con el llanto en mi boca. Me convencí de que era una pesadilla, que eso no era real. No podía ser, no, otra vez no, otra vez sola, no. Y de repente, los brazos de Gerardo me sujetaron, pero yo no quería, porque si lo aceptaba, entonces también tenía que dejarte ir. Y claramente, no lo hice, no te dejé ir, nos dejé ir, y aún vivo esperando nuestro reencuentro.
- Autor: Anne Black (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 30 de julio de 2024 a las 17:23
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 16
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez, Mauro Enrique Lopez Z.
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