Adivinador, adivino lento de carromatos cargados de penas,
tan dudosas como resignadas al lazo dialéctico de mi tristeza,
sin ombligos zodiacales en aquel largo anochecer, lento, lento.
Fortificación de caricias estremecidas por los barrotes de
mi alma, que conlleva un exilio autoimpuesto, escoltado
por secretos de voces que agujerean las oquedades del espíritu.
¡Indiviso portal de luciérnagas en estíos, quietud perenne!
Mil cristales marchitos descienden sobre los impávidos lienzos,
con blancos amaneceres como el primer grito
del último tango en París, que se despojaron de sarcasmos
dejados por letargos extendidos de risas y dolores analfabetas,
llorados por corolas ciegas en ademanes llameantes de cordura.
Enmascaramiento de filigranas de llagas nuevas, glucosa en
resignación, desbrozadora de mis deseos, filogenéticamente
se columpian en el cólico de sus mejillas como la cicatriz
asfixiada de una nueva era que no para de recabar
frutos desde aquel sueño astral en que viajaba el Gueguense
hasta confundirse con uno de nosotros.
¡Chilla la noche automáticamente, sin egoísmos!
Chilla inclinada y llorada de sueños en el caótico universo
donde, Galileo, con su avezado telescopio como un dardo
laceraba la lengua de la santa inquisición, de la santa inquisición
¡Dale duro para que lloren, dale duro para que sangren!
¡Llora el alma porque quiere, llora en el látigo de la nada!
Adivinador o adivino, pensamientos cercanos al vértigo
de miles de soles escondidos donde se levanta el mundo,
donde reposa el mundo en un camastro de ideas…
- Autor: Ivette Urroz ( Offline)
- Publicado: 2 de agosto de 2024 a las 10:43
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 20
- Usuarios favoritos de este poema: Santiago AlboHerna, Omaris Redman
Comentarios2
Ivette que buen escrito nos presentas.
Gracias!
gracias
Buenas y sentidas letras! Saludos,
gracias
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.