Apareció resonando en los cálidos senderos de mi memoria y pronuncie:
Yo te veo con los ojos del afecto
Que mi oración te alcance
Hasta donde estes
La infausta soledad
Colgada del vacío
No te quite la voluntad
De viajar aferrada
A tu humilde corazón.
Ella tomo mis manos y respondió:
Levántate y continúa andando
Todo lo que emprendas
Hazlo con amor
Por más difícil que parezca
Se siempre agradecido
No te olvides de ayudar
A quien lo necesite.
Era una voz tan maternal que me conmovió.
Su rostro casi el mismo como desde hace algunos años, sus arrugas apenas asomaban entre un discreto maquillaje.
Había transcurrido una década desde la última vez que nos encontramos.
Quería un buen amor para olvidar una pasión que la atormentaba, tal vez más bello que los ojos castaños de la noche. Tan alegre como el azar del cariño, muy valiente y decidido para no huir de lo verdadero.
Su mirada poseía la profundidad de las estrellas, una lagrima intrusa de dolor rodo por sus mejillas, un grito desesperado libero su angustia que transitaba de una esquina a la otra, pero volvió a su rato donde la serenidad comulgaba con la inocencia.
Las aves surcan el cielo, testificando la libertad del firmamento, observando como un capullo humano se abrazaba a la incansable brisa del tiempo, era ella aferrándose a la vida con sus alegrías y penas.
De pronto se quedó dormida acariciando la eternidad del silencio, sus ojos quedaron saciados con la aurora de lo invisible, su faz era la interminable fragancia de la ternura, la paz del más allá la acogía para que descanse bajo el eco de la eternidad.
EH
- Autor: ENRIQUE HORNA ( Offline)
- Publicado: 3 de agosto de 2024 a las 05:24
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 19
- Usuarios favoritos de este poema: Pilar Luna, Texi, Sergio Alejandro Cortéz, Antonio Pais
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