POBRE DE AQUÉL

Ángel Alberto Cuesta Martín

POBRE DE AQUÉL

 

Entre el susurro erguido de un cielo arrebolado

oigo voces íntimas que bajan repentinas,

entre la inquietante brisa que danza a mi lado.

¡Ay, por el pobre, mi alma se siente ensombrecida!

 

Pobre de aquel, que nutriendo alardes vanidosos

tiene el eje de su vida en riquezas sobradas,

y cambia un Dios bueno por un Satán engañoso.

¡Ay de aquel, que al tenerlo todo no tiene nada!

 

Pobre de aquel, que cediendo al azote envidioso,

en oros que otros alaban pone su valor,

y un abismo de densas brumas abre horroroso.

¡Ay, querer volar como el cóndor siendo gorrión!

 

Pobre de aquel, que entre gravas filosas sus pasos

condena hacia un destino de letal vacuidad.

Protervas tentaciones corrompen al avaro

que en prisión, cual sucia tumba, lo han de confinar.

 

Debajo del tramado mantón de la soberbia,

deleita y complace un elixir de cosas vanas,

que falso es todo aquello que la falsía evidencia

y trueca lo mucho que hay por lo poco que falta.

 

Pobre de aquel, que en rutas del dinero deambula,

e idolatra cosas que, incitada el alma alienta,

olvidando lo que olvidar no debiera nunca,

que amar y ser amado es la auténtica riqueza.

 

Ángel Alberto Cuesta Martín

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