Inmaterial

Elizabeth Maldonado Manzanero

Todo se va llenando de tristeza, de ausencia

es demasiada piel desgajándose,

descomunal tiempo en efervescencia,

detesto la inagotable carga de pensar

y cada día recurrir a los recuerdos sobre ti.

 

Existes en el fondo de todo lo inexistente

que hay dentro de mí, persistes, estás,

sereno, pero siempre distante permaneces

en exhaustas y fatídicas horas te espero

añoro de ti la caricia que me reconforte.

 

No llega a mi tu mano sórdida, ni tu boca lucida

Dulce acre, te esperan mis labios, mis ríos,

mis valles, toda mi geografía te busca,

y quieren descansar en tus animosas barricas

como vino nuevo que fluya dentro de ti.

 

Ardo por ti, y tú perennemente lejano,

 aligeras mi vida, mortificas las noches,

entera me intranquilizas, habitas mis sueños,

deambula en torno a ti el profundo pensamiento

de ser tuya y siempre ha sido así…

 

He viajado tanto en la oscuridad de tus ojos

en espacio minúsculo donde acuden las sombras

como yo, oscura cavidad en la que me extravié

y no pude amarrarte a mis deseos.

Yerran las horas como parvadas hambrientas.

 

Eres mi nutriente, mi golosina y sigues a distancia

del paladar famélico, cual dios severo al que imploro

sin poder acariciar con mi palabra su oído,

así tú, a mil leguas de distancia, de estos ojos

que penan por reflejarte en ellos su veneración.

 

Ingrato peregrino de mis horas, de mis siglos.

Soy un árbol con los frutos asidos de tu mano

siempre a punto de sucumbir sin que mis substancias

hayan sido libadas por tu gloriosa lengua de colibrí.

¡Oh, eternidad infernal deja de pernoctarme!¡Quiero vivir!

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