Duermo sobre el vértigo de la madrugada,
y luego cuelgo del ancla de mis plegarias
en un día donde agoniza el pecado de mi inocencia,
entreteniéndome así en tu incertidumbre.
Voy consumida en la pausa del escarmiento,
desde hace cinco mil años; pero hoy, transito
por el semáforo casual del tiempo, y su añoranza
sembrada de voz divina es el agua que baña
a todo aquel de poca fe.
¡Insinuación imprevista de mis huesos apolillados!
Afina la paciencia con sus ojos dormidos; afina
totalmente en una aurora eterna como el vendaval
descorazonado a la hora séptima del dolor,
dentro del magnetismo del arrullo.
¿Acaso eres el halo de la presteza que, cuando reclama
Minerva, ya no duermes al anochecer?
“Damos en el blanco,” pero también sembramos una duda
en la razón del escalofrío para engañar a la muerte,
para engañar a la muerte, para luego cazar luces desde
las penumbras.
-
Autor:
Ivette Mendoza Fajardo (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 3 de agosto de 2024 a las 15:51
- Comentario del autor sobre el poema: Este poema es abstracto, como todos los poemas que escribo.
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 42
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez, Mauro Enrique Lopez Z.
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.