Me retiro a mi soledad eterna.
Enciendo esta noche una linterna
entre el frío que por esta ventana
entra a borbotones, como mi alma
en la muerta materia desvencijada
haciéndola jirones de blanca niebla.
Me retiro a mi soledad eterna,
aunque nunca daré por perdida
aqueya estreya que briya a oriyas
de mi vida, entre marea y arena...
Me voy volando al alba al despertar
a esta realidad tan extraña,
que se sueña, es la verdad...
Me voy flotando en una ola enfática,
a toda velocidad, cortando las aguas,
y la gran distancia que nos separa igual.
No diré el nombre del lugar: no quiero problemas, pero sí que se haya en el corazón de un bosque oscuro. Es una estructura antediluviana, un palacio derruido. Mi guía me condujo através de lo que parecía una plaza circular. Piedras rojizas de todos los tamaños rodeaban lo que parecían ser los restos de una enorme y majestuosa estatua. Sentí un miedo irracional al diferenciar en una de las piedras la forma de un ojo negro. En ese momento el guía me puso una mano en el hombro y con la otra me ofreció un cuenco colmado hasta el borde de un brebaje alucinógeno de color azul celeste. Bebí aproximadamente la mitad, y la verdad es que me gustó bastante: estaba rico. Poco despues y tras haber bebido la otra mitad el guía se sentó ante mí y alzó la cabeza y los brazos con las palmas de las manos hacia el firmamento. Me perdí en divagaciones: haría un instante era mediodía... Hice lo mismo que él, tambien cuando bajó la cabeza y los brazos, con los ojos cerrados. Cuando los abrí me encontré a mí sólo rodeado de una estructura colosal, intacta y latente, viva! Laberíntica ciudad alumbrada por yamas como lámparas que pendían de la nada: era una noche despejada y seca, pero no se veían estreyas. Atravesé el arco sin puerta de entrada al palacio y caminé despacio entre las altísimas columnas con mi atención fijada en los jeroglíficos al fondo de la gran sala. Los dibujos se despegaron del muro y bailaron ante mi mirada impasible: ya no sentía miedo: sabía que había vuelto a mi hogar intemporal y que todo aqueyo era un sueño, tan real como cualquier otro. Y mas tarde me desperté aquí, eso es lo importante, mientras pensamientos ajenos a mí me interrogaban sobre el paradero exacto de aqueya construcción mental, de aqueya casa mágica que había vuelto a hayar tras miles de siglos errante mas ayá del límite que divide mi alma en tantas creíbles irrealidades. No quiero problemas: no diré el nombre del lugar
- Autor: Original Oriflama Infinita ( Offline)
- Publicado: 5 de agosto de 2024 a las 21:51
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 13
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez, Pilar Luna, Mauro Enrique Lopez Z.
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