Fugacidad de las figuras

Original Oriflama Infinita


AVISO DE AUSENCIA DE Original Oriflama Infinita
Me retiro a mi soledad eterna.
Enciendo esta noche una linterna
entre el frío que por esta ventana
entra a borbotones, como mi alma
en la muerta materia desvencijada
haciéndola jirones de blanca niebla.
Me retiro a mi soledad eterna,
aunque nunca daré por perdida
aqueya estreya que briya a oriyas
de mi vida, entre marea y arena...
Me voy volando al alba al despertar
a esta realidad tan extraña,
que se sueña, es la verdad...
Me voy flotando en una ola enfática,
a toda velocidad, cortando las aguas,
y la gran distancia que nos separa igual.

Esa sensación de inminencia, esa prisa que me obligaba a elegir uno de los polos de mi psique sobre todos los demás... Recuerdo que, en las ocasiones donde me sentía mas débil que nunca antes ni despues, elegía arañar la corteza de mi burbuja, vanamente intentaba romperla... Creo que tenía ganas de irme de mí mismo, de ser lo que no era. Había mas personas en la habitación, estaban conmigo y a la vez tan solos como yo mismo... Ricardo Berenjena solía cantar tras las comidas; obviamente bebía demasiado y deliraba estrofas incoherentes con intención de hacerme gracia. Salomón Eliseo dormía todo el tiempo, y yevaba una vida normal de sonámbulo, además de sostener largas conversaciones con supuestos fantasmas. Adelaida Caramelo jamás se desprendía de su vestido blanco, y tenía los cabeyos dorados, centeyeantes e inquietos, sus pies eran de puro mármol cuando los apoyaba en mi regazo: pesaban demasiado a pesar de ser tan pequeños y ligeros. Y mas gente venía queriendo distraerme un instante, transformándolo en una eternidad, en un desierto para el desolado sediento, mera máscara para mí que requería mi íntegra identidad y daba demasiada importancia a tantas absurdas vanidades, a tantos miedos sin objeto real... Me obstinaba en semejante terquedad abstracta mientras Ricardo Berenjena pronunciaba su canción en los sueños de Salomón Eliseo, y Adelaida Caramelo, la pobre criatura perdida en ese infierno, dejaba caer su vestido y me yamaba adentro... Fué esa sensación de inminencia el detonante que torció de improviso el rumbo de mis relaciones personales hacia el arquetipo del ausente artista, e imaginé a Tristán Anarquía dibujando cada una de mis fantasías en retazos de virtuosismo desmedido. Pronto adopté su rostro esquivo, su silencio inmersivo, su fugaz figura y su estilo arlequinesco... Así fué y no de otras maneras como encontré mi arquetipo correspodiente...y seguí siéndolo hasta ahora, que ya ha quedado escrito, enterrado en el pasado para bien mío, pues detesto permanecer fijo en el papel de hijo de mi ingenio: esa sensación de inminencia, esa rueda ígnea gira todavía y de mí tira en el sentido que elija mi siguiente víctima...

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