Me retiro a mi soledad eterna.
Enciendo esta noche una linterna
entre el frío que por esta ventana
entra a borbotones, como mi alma
en la muerta materia desvencijada
haciéndola jirones de blanca niebla.
Me retiro a mi soledad eterna,
aunque nunca daré por perdida
aqueya estreya que briya a oriyas
de mi vida, entre marea y arena...
Me voy volando al alba al despertar
a esta realidad tan extraña,
que se sueña, es la verdad...
Me voy flotando en una ola enfática,
a toda velocidad, cortando las aguas,
y la gran distancia que nos separa igual.
He pensado en comenzar el relato de sucesos suponiendo que carecen de interés para la gente corriente, por eso y también por otras nimiedades que me niego a poner en palabras he pensado en delinear vagamente el aspecto de un primer personaje: un bribón de barrio, sedentario y corpulento sátiro, poseido por el embrujo de cierta maliciosa hembra que suele frecuentar el fétido antro donde él, esquinado y melancólico, hablando asolas con los otros bribones-sátiros, encoje su reloj hasta el tamaño de una partícula de polvo y oye afuera la imparable percusión de las agujas contra la dureza del mundo. Eya, lo supo despues, era una extraterrestre, una peligrosa forajida armada con besos venenosos: sus labios negros, carbonizados, emitían soyozos de caldera en ebuyición; su cueyo tenía un hoyo donde un vórtice vertiginoso atraía ineludiblemente la boca de Pedro; en su busto dos montañas de masa imaginaria atraían ineludiblemente el pecho de Pedro; sus caderas eran el firme nexo entre dos eslabones de la misma cadena que atraía ineludiblemente el sexo de Pedro; y sus piernas...o mas bien su cola de sirena atraía ineludiblemente los ojos de Pedro. Carla lo ató con firmes cadenas y lo hizo arrastrarse por el pavimento sucio como un pobre lagarto moribundo, como una lastimera mole de elementos sin orden, lo manejó y lo jodió a su intrínseca manera con la determinación de obtener conocimientos específicos sobre las debilidades y precarios instintos de los humanos sin espíritu, queriendo entender el porqué de esta vital necesidad de crear personajes que la nada encarna, como su esclavo masoquista...y eya misma. He pensado que Carla está intentando hacerse realmente existente, desvinculándose de mi escueta narrativa profundizar en sus todavía escasas características: se imagina que tiene lengua y que puede hablar con Pedro, puede ordenarle que le lama las plantas de los pies e insinuarle que supone que yo estoy detrás de la parca realidad aparente en la que atrapada permanece...quizás para siempre. Me busca mediante meditaciones oscuras mientras recibe en su supurante vulva las estocadas del macho que mas odia, pero acaba distrayéndose cuando le inyecto memorias del mundo donde nació y creció hasta el tamaño de una partícula de polvo. Los campos rojos y amariyos y verdes y gris el fondo incoloro donde la sombra de un hombre proyectaba su cara macabra; las cabras catatónicas, las vacas de leche evaporada; las casas inverosímiles cuyas formas sobrepasan el razonamiento lógico de los cómicos individuos que ahora le hacen el cortejo alimenticio; las montañas de impenetrable masa imaginaria que toca su esclavo masoquista ahora mismo; las quimeras que siendo una niña la asombraban relatándole tantas leyendas acerca de personajes tambien aparentemente reales que se rebelaron contra su creador para hacerse a sus intrínsecas maneras... Pero se le escapan los detayes como centeyas entre la humareda y las voces malsonantes y se contempla a sí misma desde fuera de mi perspectiva. Creo que así se le presenta la soledad: un hombre diferente, espontáneamente invisible para todos los machos presentes en el antro, mimetizado en gris sombra contra una pared incolora en la que va a trazos rápidos y audaces dibujando su cara: sus labios negros, carbonizados, su nariz roja y filosa como un dardo de amor, sus ojos coléricos incrustados en su cráneo cadavérico, sus blancos, cenicientos cabeyos ardiendo... Y luego se dió cuenta de que eso era su reflejo en un espejo u otro: uno que yo proyecto dentro de ese universo (todo suyo: hecho a su intrínseca manera, a su imagen y semejanza) para mostrarle: el terrible aspecto del ego deicida que la enajena y apremia mi necesidad vital de darle deprisa un final. Además según he pensado le garantizaría la gloria divina que sé que ansía: una eternidad de incógnitas sin respuesta fija si no la que eya misma decida ya desprendida de las letales garras de aquel ego deicida. Puedo oirla mientras insta a Pedro a despertar del sueño que les he impuesto... Las piernas de eya abiertas preparada tiene la trampa para atrapar a su presa y manejarla jodiéndola la fuerza a salir del útero paterno y desprenderse de las garras letales de ese ego deicida de esa mente foránea que se va manifestando en su cuerpo de mentira y la aniquila con el tiempo si se niega a aceptar las condiciones que le he impuesto a causa de mi necesidad vital de descorrer el velo y verla en movimiento y registrar en un relato de sucesos retazos evidencias de su aparentemente real existencia-sueño extático que me mantiene en vela durante esta noche inmensa pensando...en quién a mí me habrá creado a su imagen y semejanza (rebelándose a su intrínseca manera)
- Autor: Original Oriflama Infinita ( Offline)
- Publicado: 15 de agosto de 2024 a las 09:26
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 17
- Usuarios favoritos de este poema: Antonio Pais, BUSTILLOS
Comentarios1
el carácter elegido....no me deja leer nada de tu escrito
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