La insustituible

Oscarin Balderas

Y ahora quién verá los atardeceres conmigo,

quién se sentará a mi lado mientras el sol se rinde,

dime quién, quién se atreverá a caminar por esta ciudad desierta de abrazos,

buscando, en las grietas del asfalto, alguna historia que nos devuelva al principio,

al rincón donde solíamos mirarnos y el silencio no pesaba,

donde cada palabra parecía nueva,

y hasta las dudas eran suaves, como la brisa que acaricia sin querer.

 

Corazón mío, dime quién,

quien tendrá la fuerza en un beso para despertar los mares

y domar las tormentas que llevo en el pecho,

quién será capaz de tomar conmigo ese café amargo de las mañanas

y hablar, sin miedo, de ese amor que envejece junto a los días,

de los años que se escurren entre las manos como arena,

sin que podamos detenerlos, aunque lo intentemos.

Dime, ¿quién entenderá que el tiempo no es enemigo,

si no un compañero que nos enseña a caminar más despacio,

a valorar los silencios, los gestos, las pequeñas victorias

que suman a la historia que fuimos construyendo?

 

Solo quiero, vida mía, que me ayudes a entender

quién, con esa calma inexplicable,

se quedará en silencio una tarde cualquiera de mayo,

junto a un hombre que carga con la nostalgia de los treinta y tantos,

sin más palabras que las que nuestros ojos dibujan en el aire.

Yo no sé, amor, quién más podría ser,

si no tú.

 

Porque no se trata solo de quién esté,

se trata de quien comprenda.

Quién entenderá el lenguaje oculto en los atardeceres,

quién sabrá que detrás de cada gesto cotidiano,

de cada frase aparentemente trivial,

hay un universo de significados,

un delicado equilibrio entre lo dicho y lo callado.

¿Quién podrá mirar el mismo cielo que tú y yo mirábamos,

y sentir el mismo peso leve de las estrellas,

la misma urgencia callada por ser y estar,

por no dejar que la vida pase sin aferrarnos,

aunque sea por un instante,

a lo que fuimos, a lo que somos?

 

Dime, corazón,

¿quién se detendrá en medio de una conversación?

solo para observarme, para ver lo que no digo,

para entender que a veces el silencio habla más que mil palabras?

¿Quién sabrá quedarse?

no por costumbre,

si no porque en ese estar, en esa presencia,

hay algo de nosotros que sigue vivo,

como un eco,

como una promesa hecha a la luz de una luna incierta?

 

Porque, al final,

no es solo el amor el que construye,

si no la complicidad,

esa que nace cuando dos almas se reconocen,

cuando dos corazones laten al mismo ritmo,

y saben que, aunque pase el tiempo,

aunque la vida nos cambie y nos sacuda,

hay algo que permanece,

algo que no se explica con palabras,

algo que tú y yo entendíamos sin siquiera intentarlo.

 

¿Quién, dime, será capaz de sostenerme en los días grises?

cuando las dudas se acumulen y el futuro parezca borroso?

¿Quién sabrá darme la mano y decirme sin decirlo?

que todo estará bien,

que los caminos, aunque confusos,

siempre encuentran su curso?

Solo tú, amor mío,

solo tú sabías cómo hacer que incluso en el caos

hubiera un atisbo de calma,

un respiro entre las tormentas,

un rincón donde el ruido del mundo no podía alcanzarnos.

 

Y ahora, dime,

¿quién será capaz de ver todo eso?

¿Quién entenderá que no busco respuestas,

si no compañía en la búsqueda,

que no quiero certezas,

si no compartir las dudas,

las risas, las lágrimas,

las pequeñas cosas que hacen que la vida,

a pesar de todo,

valga la pena ser vivida?

 

Yo no sé quién más podría ser,

si no tú.

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