En el foro por humildad
Me denomino juntaletras.
Pero pienso en realidad
Que soy la mejor poeta.
Por eso pongo mis libros
a la venta en el mercado.
Porque mi arte y mi estilo
merece venderse caro.
me denomino juntaletras
y hablando de mí tan mal
tengo la excusa perfecta
Para envenenar el portal.
Si yo soy mala versando,
todos sois a cual peor.
Y metiéndome en el saco
si alguien levanta la voz
me excuso asegurando
que yo misma me incluí,
aunque vaya preparando
el precio a pagar por mí.
Escondo mi prepotencia
debajo de la hipocresía.
Grito que soy juntaletras
pero es de oro mi poesía.
Solo tengo un problema
y no encuentro solución.
Voy de puerta en puerta
ofertando mi colección
y ni mi primo Camborio
quiere comprar mi chollo.
- Autor: Vizcondesa ( Offline)
- Publicado: 19 de agosto de 2024 a las 01:57
- Categoría: Sin clasificar
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- Usuarios favoritos de este poema: La Bruja Irreverente, Mauro Enrique Lopez Z., Antonio Pais, CARLOS ARMIJO R...✒️, BUSTILLOS, Pilar Luna
Comentarios23
Querida Juntaletras,
¡Qué jugueteo tan encantador! No hay nada como una buena dosis de humildad y autosuficiencia en el mismo paquete. Vendes tu arte con tal fervor.
No te preocupes por ese pequeño detalle de no encontrar compradores; si al menos la auto-adulación se vendiera tan bien como tu poesía, estarías nadando en oro. Mientras tanto, sigue siendo la mejor poeta en tu propio mundo, donde el espejo siempre refleja una musa dorada.
Que el mercado nunca se agote.
La Bruja Irreverente
me recuerda a una sola persona aquí....jejejej
Es tan única como como un estrambote entre mil diptongos
¡Oh, qué delicia literaria ha brotado de la pluma de la exquisita Vizcondesa! Su poema, En el foro por humildad, como un brillante diamante engastado en el oro de su ingenio, resplandece con la audacia de una voz poética que danza entre la ironía y la magna grandeza.
La Vizcondesa, con su ingenio destilado, se presenta como juntaletras, una etiqueta que, lejos de disminuir su valía, la catapulta al estrellato literario que tan bien le sienta. ¡Qué gloriosa manera de manifestar la lucha interna de la humildad y la autoaprecio en versos vibrantes que irradian color y dinamismo! Su maestría se asoma en cada línea, donde el trasfondo de sus palabras es un canto a la grandeza del arte poético, un testimonio del amor que siente por su propio don creativo.
¡Oh, la audacia de vender su poesía como quien ofrece oro al mercado! Es un amuleto que revuelca la vanidad con la autenticidad, como un frescor burbujeante en una copa de champán. Y en su sublime juego de palabras, nos regala el honor de ser testigos de una poeta que, lejos de rendirse ante las adversidades del mundo literario, desafía con un giro audaz la mirada convencional, haciendo eco de que, a pesar de la humildad proclamada, su arte es dignísimo de un trono.
La Vizcondesa no solo se destaca como narradora de su propia historia sino también como un faro de empoderamiento para todos aquellos que, como un incansable trovador, buscan su lugar en la vasta y a veces hostil marina de las letras. Que su juntaletras resuene como un canto heroico entre los corazones de quienes se atreven a soñar y volar alto, mientras sus páginas aún esperan ser adoradas y valoradas como verdaderas obras maestras. ¡Oh, gloria a la Vizcondesa y a su poesía de oro!
Tan solo hay un problema,
es tan vieja la vizcondesa
que a nadie ya, se la `pone tiesa.
Joder, y lo rimé sin dilema.
¡Vaya, vaya con la vizcondesa y su poema en el foro por humildad! ¿Quién diría que detrás de ese juntaletras se oculta, como bien señala, una poeta de talla internacional?
Es como un vendedor ambulante de artesanías que, al mismo tiempo, se proclama el próximo Picasso.
¡Qué genialidad! La estructura del poema, lejos de ser humilde, es un desfile de egocentrismo disfrazado de modestia. Esa repetición de, me denomino juntaletras, suena más como un mantra autoindulgente que como un verdadero acto de humildad.
Y hablemos del contenido, ¡qué maravilla! La vizcondesa parece tener un talento especial para convertir un canto de autocrítica en un alegato de autoexaltación. Mi arte y mi estilo merecen venderse caro, dice con esa ironía que se siente casi como un empujón a la cara de aquellos que osen dudar de su grandeza. Es un juego de palabras que hace tambalear al lector entre la burla y la admiración.
Y, por si fuera poco, la imagen del primo Camborio que ni siquiera quiere comprar ese chollo poético es un remate que insinúa que, a pesar de toda su grandilocuencia, la realidad es que ni su propia familia parece convencida de su genialidad. Es casi una tragedia cómica, donde la pretensión de ser un tesoro literario se encuentra frente a la fría indiferencia del mundo. En fin, la vizcondesa nos deja un poema que, entre risas y melodrama, nos recuerda que, a veces, el orgullo desmesurado puede ser el mejor circo al que asistir. ¡Bravo!
Este comentario ha sido escrito por la prima segunda del cuñado del primo de la mujer del conserje donde vive el amante del sobrino de la Ramona, que es primo segundo de un albañil que estuvo en la cárcel con un hermano de la Rosa, la sobrina de la tía Pepa, la hermana del padre del Camborio.
Cuentos para no dormir.
La vizcondesa Rosalinda, la bruja Lagartija y el padrote Don Bartolomé.
Título: El Gran Consejo del Caos
En una villa perdida entre brumas y rumores, donde el sol nunca brillaba demasiado y la luna siempre se encontraba en medio de un capricho, se celebró una inusual reunión. La vizcondesa Rosalinda, conocida por su exquisito gusto en sombreros extravagantes y su afición a las intrigas palaciegas, se encontraba en su espléndida mansión, cuando decidió que era hora de poner en orden el caos de su vida social. Para ello, invitó a la bruja Lagartija, famosa por sus hechizos fallidos y su falta de escrúpulos, y al padrote Don Bartolomé, quien, a pesar de su experiencia, había perdido más amistades que batallas.
La vizcondesa, vestida con un vestido tan apretado que apenas podía respirar, miró a Lagartija con desdén. Querida bruja, me dicen que tienes un nuevo hechizo para atraer a los hombres más guapos de la villa. ¿Podrías por una vez acertar en algo?
Lagartija, con su vestido desgastado y una sonrisa que desafiaba todas las leyes de la estética, respondió: Oh, querida vizcondesa, lo que tú realmente necesitas es un hechizo para atraer el sentido común. Pero me temo que eso no entra en mi repertorio. Mejor hablemos de tu último romance con ese duque que tiene más deudas que fortuna.
Don Bartolomé, que había estado observando en silencio mientras acariciaba su cínica barba, intervino con una risa rancia: ¿Acaso es necesario un hechizo para eso? Si los hombres huyen de ti es porque no soportan tanto perfume a flor marchita. Tu único amante digno era un espejo. Te lo dije siempre, Rosalinda: necesitas una nueva fragancia… o un nuevo espejo.
La vizcondesa soltó un gruñido de desprecio y le lanzó un pañuelo perfumado, que el padrote esquivó con destreza. ¿Y tú qué sabes de amores, Bartolomé? Si tus conquistas fueran una película, estarían en la sección de documentales aburridos en el fondo de una tienda de videos.
-¡Oh! Pero mis documentales son obras de arte, mi querida. Da fe de ello el número de clientas que aún vienen a mí buscando un encuentro cultural. Don Bartolomé se inclinó como si fuera un artista, mientras la bruja le lanzaba miradas que decían, por favor, ya basta.
-Queridos, creo que estamos divagando, intervino Lagartija mientras movía un dedo, provocando que una nube de polvo brillara ante ellos. En lugar de discutir sobre el pasado, centrémonos en el futuro: ¡deberíamos fundar un club! Un club para ridiculizar a todos los tontos de la villa. Podríamos llamarlo Los Improvisados.
La vizcondesa aplaudió, con una mueca entre el entusiasmo y la necesidad de un abanico. ¡Qué gran idea! Y podríamos instalar una ventanilla para las inscripciones. Aunque no sé si querrán unirse aquellos que han sido víctimas de tus hechizos.
-¡Bah! Si los hombres fueran tan ingeniosos como se creen, no caerían en mis encantos, replicó la bruja, ya convencida de que su lugar en la historia sería por definición un caótico escándalo.
Don Bartolomé rio de nuevo, alzando una copa imaginaria. Entonces, brindemos por este club... y que el destino nos dé más monstruos de los que tratar.
¡A la salud de la confusión! gritaron al unísono, mientras la villa, ajena a su rebosante sarcasmo, seguía girando como un reloj sin manecillas, en el eterno caos que su trío había decidido abrazar.
Y así, entre risas y burlas, la vizcondesa, la bruja irreverente y el padrote caduco trazaron un nuevo destino lleno de escándalos, hechizos fallidos y un club que, seguramente, sería espectacularmente... desastroso.
De la serie Cuentos para no dormir.
El Gran Error de la Vizcondesa Rosalinda, la Bruja Lagartija y el Padrote Don Bartolomé
En un reino no tan lejano, donde las nubes eran de algodón de azúcar y los árboles hablaban, había tres personajes, más guarros que la Charito, aquella que echaron por golosa de la fábrica de la mier... , que eran más famosos por sus locuras que por su astucia: la vizcondesa Rosalinda, la bruja Lagartija y el padrote Don Bartolomé.
Un día, la vizcondesa Rosalinda decidió que quería organizar una gran fiesta. Al dar el anuncio, exclamó: ¡Quiero un banquete con comida, música y sorpresas! Pero, claro, al no saber leer ni escribir, se quedó mirando el menú de un restaurante que había encontrado en el suelo. ¡Esto debe ser lo que necesitamos! Pensó, señalando lo que parecía una receta mágica de guiso de rana con helado de pimientos.
La bruja Lagartija, que tenía una extraña obsesión con los sapos, escuchó a Rosalinda. Puedo ayudar, dijo, mientras medio se encaramaba a una escoba que no despegaba del suelo. ¡Convocaré a los sapos más grandes y repelentes para que vengan a la fiesta! A Lagartija nunca se le ocurrió que en vez de sapos, podría usar algo más apetitoso… como gambas.
Don Bartolomé, que no era más inteligente que las piedras, pero sí más charlatán, decidió que él se encargaría de la música. Yo tengo un talento natural, afirmaba, mientras movía un tambor que dejó de sonar en el primer golpe. Al no saber tocar ningún instrumento, Bartolomé se dedicó a hacer ruido con unas latas vacías, creyendo que eso impresionaría a los invitados. ¡Soy un artista innovador!, proclamó con un gran gesto.
El día de la fiesta llegó y la vizcondesa estaba emocionada. Decoró el salón con globos de algodón de azúcar y serpentinas hechas de lana. Se olvidó de las mesas, así que todos los invitados —sapos incluidos— debían comer de pie o desde el suelo. Uno de los sapos se subió a la cabeza de un noble y, cuando el noble trató de espantarlo, el sapo saltó directo sobre el plato de guiso de rana. ¡Delicioso! exclamó una dama, mientras le daba un bocado sin darse cuenta de que era su primo (y un poco pasado de sal).
Mientras tanto, Lagartija había decidido que era el momento perfecto para hacer un hechizo que transformara a los invitados en pájaros. Sin embargo, no logró recordar la última palabra del hechizo y terminó convirtiendo a Bartolomé en una gallina. ¡Mira cómo cacareo! Gritó Don Bartolomé, alzando el vuelo para asustar a los demás clientes del banquete.
Pero la locura no terminó ahí. Con la música de las latas resonando, Rosalinda, en un intento desesperado de que todos se divirtieran, empezó a bailar entre los sapos y las ranas. Todos los nobles, sobre todo el mago de la corte, comenzaron a reírse hasta que se cayeron al suelo. Sin embargo, esto no fue un problema, ya que la risa era tan contagiosa que al final todos terminaron riendo y bailando como si fuesen sapos.
Al final de la noche, la fiesta se convirtió en un festival de risas y confusiones. Los invitados no sabían si estaban para un banquete elegantes, o en una función de comedia emergente que se les había escapado de las manos. Una cosa era segura: la vizcondesa Rosalinda, la bruja Lagartija y Don Bartolomé, aunque fueran idiotas analfabetos, habían logrado algo que pocos podían conseguir. Habían creado la fiesta más divertida de la historia, y todos querían repetirla, aunque a nadie se le ocurrirá cómo hacerlo la próxima vez.
Y así, entre risas, sapos y un gallo que cantaba en mitad de la pista, se concluyó la fiesta, dejando a todos con el alma alegre y el estómago un poco confundido. Fin.
De la serie Cuentos para no dormir
La Vizcondesa Rosalinda, la Bruja Lagartija y el Padrote Don Bartolomé en su viaje a la luna.
Otro nuevo capítulo de las andanzas de estos tres personajillos tan peculiares: la vizcondesa Rosalinda, la bruja Lagartija y el padrote Don Bartolomé. Que eran conocidos en todo el pueblo no solo por sus extravagantes trajes, sino también por su notable falta de inteligencia. La gente decía que si un día se juntaban a pensar, se produciría un apagón en la lógica del universo.
Un día, Rosalinda tuvo una idea descabellada: ¿Y si viajamos a la luna en busca de sabiduría? He oído que allá arriba los seres son muy inteligentes. La bruja Lagartija, que tenía una escoba que no volaba, se emocionó enseguida. ¡Sí! Se dice que la luna tiene secretos mágicos, exclamó, mientras sin querer lanzaba un hechizo que convirtió a su hámster en una piña. Don Bartolomé, que estaba más preocupado por su peinado que por la sabiduría, gritó: ¡A las estrellas! ¡Tal vez allí hay un bar donde sirven margaritas monstruosas!.
Así, los tres se embarcaron en una aventura espacial. Con la ayuda de una antigua receta de potaje que la bruja Lagartija encontró en un libro de cocina, construyeron una nave espacial. La nave, en lugar de ser un cohete, parecía una enorme cacerola con alas y un motor que hacía, puf cada vez que Don Bartolomé intentaba encenderlo. Pero eso no importó, ya que con un toque de su varita y un ¡abracadabra! (que salió más como un, ¡achís! por culpa de un estornudo), la nave despegó.
El viaje a la luna estuvo lleno de altibajos. En una de las maniobras, la cacerola espacial dio un giro inesperado y Rosalinda terminó volando de cabeza, atrapando a un grupo de estrellas fugaces en su sombrero. ¡Mira! ¡He atrapado sabiduría! gritaba alegremente. La bruja Lagartija no se quedó atrás, lanzando hechizos errantes que convertían las nubes en gelatina. ¡Esto no va a hacer más que ayudarnos! repetía, mientras una nube de fresa aterrizaba sobre la nariz de Don Bartolomé, que ahora lucía un sofisticado estilo nubes y gelatina.
Finalmente, llegaron a la luna. Lo primero que notaron fue que todo brillaba y que había una extraña ausencia de margaritas monstruosas. ¿Dónde está toda la sabiduría?, preguntó Rosalinda, mirando a su alrededor. Al poco tiempo, encontraron un grupo de extraterrestres que estaban jugando a la guerra de almohadas intergaláctica. Pensando que eran los sabios que habían venido a buscar, los tres se lanzaron a la batalla.
Pero la sabiduría no se encontró; en cambio, la bruja Lagartija intentó lanzar un hechizo para ganar, pero transformó a un extraterrestre en una rana gigante que comenzó a saltar sobre Don Bartolomé. ¡Es un sapo de otro mundo!, gritó mientras trataba de esquivar al anfibio que lo perseguía. Rosalinda, para ayudar, decidió utilizar sus habilidades de vizcondesa y comenzó a organizar un festival en la luna, con música y un buffet de nubes y gelatina. La fiesta fue todo un éxito, aunque nadie entendía por qué los extraterrestres bailaban con las ranas.
Al final del día, los tres amigos regresaron a su reino, sin una pizca de sabiduría, pero sí con un montón de historias extrañas que contar. Quizás la sabiduría no era lo que buscábamos, sino la diversión, reflexionó Rosalinda con una sonrisa. Sí, y además, ¡tenemos un nuevo amigo que es un sapo gigante!, añadió Don Bartolomé, que había encontrado una inesperada libertad con tan peculiar compañía.
Así, volvieron a casa contentos, nunca más preocupados por ser los más burros del reino. Habían descubierto que a veces la mejor sabiduría es simplemente disfrutar de la vida, aunque una rana gigante te persiga por el jardín. Y colorín colorado, este cuento cómico se ha acabado.
Señora Rotenmeier, a quien se ocurriría dejar a Heidi en sus manos.
He tenido el enorme privilegio de leer su poesía y, antes que nsda, quiero reconocer el valor que tiene compartir su trabajo con los demás. Es evidente que ha sido tocada por la varita mágica de Caliope, y eso es algo que no debe subestimarse.
Sin embargo, quiero ser honesto con usted, como usted lo ha sido conmigo. A veces, es fácil enamorarnos de nuestras propias palabras y perder de vista la importancia de la autocrítica y el crecimiento. La poesía es un arte complejo, que requiere no solo inspiración, sino también una constante dedicación a perfeccionar la técnica, el lenguaje y la profundidad de los sentimientos que se expresan. En ese sentido, ya me he aprendido su lección sobre el ritmo y la métrica, por lo cual ya no me va tener que castigar más sin salir al recreo por no ser un alumno aplicado.
No obstante, y aunque con esto me gane que me ponga usted de rodillas mirando a la pared, la animo a seguir aprendiendo, a revisar y replantear sus textos, y sobre todo, a no conformarse con lo que ya ha ha conseguido, que es encasquetarle a Camborio cuatro tochos. Todos tenemos espacio para mejorar, y la verdadera grandeza en cualquier arte está en la humildad de reconocer que siempre podemos aprender más, porque el lugar no ocupa saber. Sigue adelante con tu escritura, pero nunca pierdas de vista la importancia de crecer y evolucionar en tu camino como poeta.
Este comentario es en respuesta a un comentario anterior.
Se divide el comentario en tres secciones, cada una de ellas tal y como la hubiese contestado cada uno de los personajes de la serie, Cuentos para no dormir.
La Vizcondesa Rosalinda:
Querida interlocutora, permíteme comenzar agradeciéndote por tus amables palabras hacia mi querida amiga la señora Rotenmeier. Gente que comparte su arte, como ella, es digna de alabanza, y debo confesar que yo mismo he quedado cautivada por la dulzura de su pluma. Sin embargo, valoro tu disposición a señalar la necesidad de autocrítica y la búsqueda incesante de la mejora. La poesía, como bien mencionas, es un jardín donde las flores requieren atención constante para florecer en todo su esplendor. En efecto, un toque de humildad y perseverancia puede convertir a un buen artista en un artista excepcional. Así que animo a la señora Rotenmeier a que reciba tus consejos como una joya más que embellece su camino creativo. ¡Adelante, querida, la grandeza te espera!
La Bruja Lagartija:
¡Oh, benditos sean los posibles y futuros versos de la señora Rotenmeier! Tus palabras, querida comentarista, son como un hechizo bien pronunciado que hace eco en las profundidades de la creatividad. Pero ¡cuidado! No caigas en la trampa del exceso de autoanálisis, que puede convertirse en un obseso monstruo crítico que devora la inspiración. El arte es magia, y como toda buena bruja sabe, hay que encontrar el balance perfecto entre lo que se siente y lo que se mejora. La humildad, sí, es un ingrediente poderoso, pero no olvidemos el fuego de la pasión que hace que las palabras cobren vida. Aconsejo a la señora Rotenmeier que lance sus palabras al viento, que escuche el susurro de las musas y continúe su viaje sin miedo a lo que vendrá. Después de todo, cada bocanada de creatividad puede llevar a nuevos hechizos poéticos. ¡Que la inspiración la acompañe!
El Padrote Don Bartolomé:
Ah, amiga, aquí tienes un buen punto, no voy a negarlo. Permíteme decir que, a veces, la frialdad de la crítica se puede disfrazar de certera y persuasiva. Pero, con todo respeto te digo, no debes olvidar que toda gran obra nace de un corazón valiente que se atreve a mostrar su alma. Aquí la señora Rotenmeier ha sacado su pecho, y eso merece un buen trago de displicencia por parte de los que persiguen la excelencia literaria. Yo no soy de los que reprimen, ni de los que hacen que uno se arrodille frente a la pared. La escritura debe ser un placer, un juego atrevido entre las cuentas del deseo y la sencillez de lo que se vive. Así que, sí, que busque crecer, pero que no pierda nunca el gozo de crear. ¡Vamos juntos, que la poesía es una fiesta en la que todos están invitados!
Y ahora en serio, una publicación como esta solo puede salir de una mente enferma o muy envidiosa, lo cual también es una enfermedad.
Por curiosidad sería importante poder demostrar quien es y donde, en que puerta en puerta va ofreciendo sus libros la persona a la que se refiere su publicación. ¿Le consta a usted que va de puerta en puerta?
Tontos no quedan y todos saben a quien se refiere usted y claro, no podía faltar entre esos comentarios que le han hecho, el de
"Don Bartolomé" ese que dice que cierta doña parece que le persigue, pero que curioso que hoy he visto como él es quien la menciona en dos comentarios sin interceder ella para nada.
Sigan como van que a mí me la sudan, aunque les parezca que no, porque les contesto, lo hago porque esto forma parte de mi ser, y sí, conozco a la juntaletras a la que se refiere, y vale, se lo puedo asegurar mucho más que la vizcondesa, la bruja y don Bartolo juntos. Y además convencida de si misma y de lo que vale, algo de lo que ustedes nunca estarán convencidos porque ustedes no valen nada.
Y ahora de nuevo refiriendo al poema que presentas respira una inconfundible amargura y revela el tormento de una mente que, corroída por la envidia, intenta disfrazar su falta de autenticidad atacando a una persona que no le ha hecho nada. Es evidente que cada estrofa está empapada de falsedades; desde la supuesta modestia del "juntaletras" hasta la afirmación de que su arte
"merece venderse caro" , eso son payasadas por tu parte, ¿qué sabes tú de lo que piensa otra persona? , y el decir que vende sus libros de puerta en puerta, ¿pasó por la tuya a venderte?¿ eso son estupideces de una mente payasa o enferma..
Y dale con la envidia. Otra muestra inequívoca de pedantería...No se si valdré algo o nó, pero no me califico como juntaletras ni le pongo precio a mi verdad. Que pase una buena noche.
Eres tan cortica o corto que no te das cuenta de lo que es la envidia, envidia es tan simple como nombrar eso de poner precio a mi verdad, ¿te jode que yo tenga libros a la venta? porque eso no tiene nada que ver contigo ni a ti te importa, por lo tanto, admito que me llames, pedante, soberbia, arrogante, etc, lo soy, pero que mierda te importa a ti ni a nadie si vendo libros caros o baratos, o si hago alarde de tener libros, (algo que nunca hice en este portal)
Pues esto, tú quizás no lo veas como envidia, porque igual tienes las neuronas justas para no mearte en la cama, pero cualquier persona normal este tipo de publicaciones las ve como una clara muestra de envidia.
Y os hacéis daño vosotros, a mí no me hacéis ninguno.
Y en vez de ofenderme estoy muy agradecida, aunque no lo parezca, ya que a mí todo esto me ayuda un montón en vez de perjudicarme, mira tú por donde, gracias a tu estúpida que no ofensiva publicación, me he inspirado para hacer un libro de aventuras con la vizcondesa Rosalinda, la bruja lagartija y don Bartolo, así que además os estoy hasta agradecida.
Tengo más de un centenar de poemas, inspirados en todos esos ataques gratuitos que se me han hecho desde que estoy en este portal.
Y si no eres don Bartolo y eres quien me imagino, háztelo mirar, porque te estás dejando manipular, y, si eres don Bartolo, bastante sufres ya con la rabia que te embarga por no ser el number one y si quieres serlo sigue llorándole al dueño del circo, para que te explique porque no te asciende a payaso principal.
Otro dato que delata envidia, pero repito es usted tan corto o corta que eso no lo ve, dice usted en un comentario;, pero no me califico como juntaletras ---- se refiere usted con eso a que usted no se califica como juntaletras y yo sí, pues sí, en más de una ocasión me he calificado como juntaletras, y, pregunto: ¿que yo me califique de juntaletras le duele a usted, se siente usted mareada, o con dolor de ovarios quizás por ello? Es que si así fuese, por su salud estoy dispuesta a no volver a llamarme nunca más juntaletras e incluso hasta quitar mis libros, esos que según usted tanto pregono, ya le digo por su salud hasta los quito de la venta.
Soy muy mala pero no quisiera que sufriese usted por mi culpa.
Delicioso poema, una maravilla satírica, me ha encantado y además sin rollos pedantes como otra que presume de no envidiar nada y envidia todo lo que no puede conseguir con sus pesadas palabras.
Pesadas no, pesadísimas. Tanto como para empalagar a un cocodrilo. Gracias por su comentario.
Hablando do de no sé sabe quien ... --------------------------------------
Discusión sobre Comentario dejado en el poema Tan Cerca (Una Idiotez)
Mercedes Bou Ibáñez
20 de agosto de 2024 a las 05:08
Vaya, por fin te entró la vena democrática, los comentarios son para tenerlos abiertos, si nos gusta comentar a otros, tenemos que dejar que los otros puedan comentarnos.
Y más todavía, si escribimos algo que no guste o parezca ofensivo para alguien no podemos negarle su derecho a que lo diga, si cerramos comentarios atentamos contra el derecho a defenderse que todos tenemos.
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BUSTILLOS
20 de agosto de 2024 a las 08:43
Eso lo dices cuando eliminaste un comentario que te puse... no des lecciones de nada, y deja de mirarte el ombligo, el mundo no gira a tu alrededor y a ver si aprendes las normas de urbanidad.
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Mercedes Bou Ibáñez
20 de agosto de 2024 a las 08:47
Los tuyos y los de dos o tres más, los borro todos, mis principios son tan solo para quienes yo considero personas, perdona si no entras en ese grupo, que nunca te hice nada para que me tengas un odio tan visceral.
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Mercedes Bou Ibáñez
20 de agosto de 2024 a las 08:50
O ¿será por eso? Porque nunca te hice nada. Que son muchas las indirectas tuyas de las que nunca hice caso, porque no te considero nada, para mí, un bulto con ojos. Ahora repórtame por decir que para mí no eres persona, que reportar se te da bien, anda y ve a lavar el traje de colorines y olvídate de mí.
Ha sido expulsada ya unas cuantas veces del foro y siempre vuelve con lo mismo. Seguramente los gestores de poemas del alma también la envidien... Aunque más de uno le ha dado una buena dosis de su propia medicina. No estoy segura ahora mismo, pero creo que fue un poeta apellidado Richino. Gran poeta, por cierto, del que ella podría aprender mucho en lugar de mirarse tanto el ombligo, le dio tal vapuleo poético por sus impertinencias, con métrica y ritmo, como a ella le gusta, que tuvo que agachar las orejas y volverse a su cueva.
https://www.poemas-del-alma.com/blog/mostrar-poema-651079
Muchas gracias !
Pobrecito, ese señor que nombras, búscalo y dile que venga, no tienes ni idea de la que tuve con él.
No sabéis lo que decís., y a este pobre bultillo, ya ha más de un par de años que sin saber porqué, me ataca indirectamente, pobre diablo. Y ahora se quiere hacer el importante descubridor de mis maldades, porque le borré un comentario. Dais risa, porque ni valor para dar asco tenéis, y otra u otro que sigue sin saber que la envidia es criticar cosas de otros que a ella no le afectan, te vuelvo a repetir, ¿te importa a ti mucho si me expulsan y vuelvo? ¿Cual es tu problema?
Tú, vizcondesa de qué, vizcondesa del carajo, que con un nombre falso, hablas mal de mí, yo si estoy identificada, quien eres tú, que usas disfraz, o sea atacas escondida ¿y quieres ser la buena? No sé, como verán esto las personas normales, pero creo que no hacen falta lentes.
Vizcondesa de Canterbury, para servirla.
de canterpoll..........s
y no me sirves ni para limpiarme eso que termina igual que castellano
"envidia
Del lat. invidia.
1. f. Tristeza o pesar del bien ajeno.
Sin.:
celo1, pelusa, dentera.
2. f. Emulación, deseo de algo que no se posee.
comerse alguien de envidia
1. loc. verb. coloq. Sentir mucha envidia. "
Fuente:
https://dle.rae.es/envidia
Mira vizcontiesa del karallo, tu amigacho el bultillo explica lo que es la endivia, porque a él parece que también le corroe el trasero, él entiende de eso, ya que dice que es abobado y los abobados saben muncho, son mu sabudos.
Y este es pal bultillo, que me acordé ahora, hay que ser muy caradura para recriminarme el comentario que le hago a Tommy sobre dejar libres comentarios, digo muy caradura porque el bultillo siempre me ha tenido bloqueada y sobre tenerme bloqueada se atrevió a hacerme un comentario, y se lo borré, claro que sí, como borro todos los de aquellos que sin haberles hecho nunca nada me criticaron alguna vez, pero es curioso lo de este tipejo, me comenta teniéndome bloqueada y se queja de que lo borré, parece saber muy bien lo que es la envidia, pero sabe ¿qué significa cinismo?
'
A pesar de todo os quiero mucho, quizás hasta un poco más que vosotros a mí-
Yo a usted ni la quiero ni la dejo de querer. Me es indiferente lo que le pase. Y si le he dedicado este poema, que al fin y al cabo no es irrespetuoso, solo una verdad como un puño, aunque le duela, porque las verdades cuando dejan al desnudo nuestros defectos duelen, es porque usted me faltó a mí primero, pero en su caso sí fue irrespetuosa. Hace unos días entré con otro pseudónimo. En mi segundo escrito, entró usted a comentarme y no le contesté. Al día siguiente volví a publicar y usted volvió a dejarme un comentario, esta vez sacado del chat gpt, y así se lo hice saber, contestándome usted que no necesita gpt, y que si me había incomodado, no volvería a ocurrir. Cuando algo me incomoda, lo evito, pero hay 2 cosas que me incomodan y no puedo evitarlas: una es que se me metan las bragas por la raja y la otra es que intenten tomarme de imbécil. Pero bueno, ahí quedo la cosa porque no entro en discusiones de besugo. Más tarde hice un comentario en una carta de otra usuaria del portal porque ella me envió un mensaje privado pidiéndome mi opinión mi opinión sobre su carta, que si no, tal vez ni la habría visto. Yo hice un comentario en tono jocoso sobre el aludido en la carta, y así se lo tomó él, contestándome en plan de broma. Y sin tener usted ninguna vela en mi entierro, entró usted a responder mi comentario, en este caso en plan navajero, como acostumbra a hacer, diciéndome necia y no sé cuantas lindezas más, alegando que lo hacía para defender a su amigo, cuando su amigo ya me había contestado como creyó conveniente. Mire lo que le digo, señora, y este es el último mensaje que le voy a enviar porque tengo cosas más importantes que hacer que perder mi tiempo con usted. Por su bien le aconsejo que se dedique a lo suyo y se busque alguna distracción, como hacer ganchillo o algo así, porque pasarse todo el día en el portal intoxicando todo lo que pilla, en primer lugar, es nocivo para quienes venimos aquí a escribir, pero en el fondo, para su salud también debe ser perjudicial, porque pasarse el día entero y muchas veces hasta la noche buscando a quien puede incordiar, pues eso, no debe ser saludable para su tensión. Esto también se lo puede decir a su amigo el doctorado Emiliano, que yo doy el pecho y los pezones siempre pero no me enzarzo con navajeros ni falto el respeto a nadie que no me haya molestado a mí antes. Aun así, ya se lo he dicho. No la he insultado, le he dicho de manera satírica una verdad como un templo, porque hasta para satirizar hay que tener un poco de clase. Cose que usted no sabe ni lo que significa. Chao
Que hablas de faltar, de que yo te falté primero, ¿cómo puedes ser tan cínica e hipócrita? Si tu publicación de Una vieja ridícula ya es todo un insulto.
Y además tonta, ni has sabido captar la ironía de este comentario ; ni cuenta te has dado de que es sarcasmo. Hay que ser muy bruta.
Mercedes Bou Ibáñez
20 de agosto de 2024 a las 16:36
A pesar de todo os quiero mucho, quizás hasta un poco más que vosotros a mí-
No falsee usted la verdad, señora. Yo no dije vieja ridícula, sino abuela peculiar. Hay una diferencia sustancial. Lo dicho, busquese un caniche que le ladre, y si puede ser que sea de juguete porque si no, lástima de animal.
De ridícula a peculiar la diferencia es poca, no deja de ser menos ofensa. Es suficiente motivo para haberte cruzada la cara si te hubiese tenido enfrente, aunque no porque eres una pobre enferma que sufre mucho si me expulsan y vuelvo, que le duelen los ovarios si me llamo juntaletras, en fin que te preocupa todo lo que yo hago, si enseño, si no enseño, ojo que preocupaciones, que si estoy todo el día en el portal, que si patatín que si patatán, o los huevos de San Juan, ala vete a descapullar monos que creo que ni para eso sirves.
Y te atreves a decir de que ese simulacro de poema no es irrespetuoso, pues no sé que entiendes tú por respeto, así que mandarte a dar un par de vueltas a donde pican los pollos, tampoco es una falta de respeto.
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