Café solo

Hoy he ido a comer pizza
y no...
no estabas tú.
Te he imaginado bella
como siempre,
como aquellos entonces
delante de mí.
Cada uno pedía una
y compartíamos.
Sin embargo, estaba solo.
Ya no estás tú.

 

Echo de menos salir a comer contigo
y verte tan guapa...

 

Pasean exuberantes
y me miran,
pero no son tú.
Podría disfrazarme
y amar esta misma noche.
Pero te amo a ti,
no va conmigo eso que venden.

 

Y paseo solo, acongojado
por las calles de Tarifa
maldiciendo haberte arrojado lejos,
maldiciendo no haberte valorado.
Lo tenía todo
y ahora no tengo nada,
solo un mirar triste.

 

No tienen sentido estas calles
si no estamos con tonterías
tú y yo.
Si no dormimos juntos
tú y yo
después de curiosear mil sitios
y devorarnos en contenta compañía.

 

Otra vez la luna casi llena
y su aflicción a un cangrejo
que se aferra a la vid,
pero es sarmiento que se seca en la gula,
en el sinsentido de la embriaguez
que le robó el amor compartido.

 

Echo de menos tu carita amable,
tus ganas de hacerme feliz,
ese querer bien que supurabas.
Nuestros juegos y tonterías.
Dormir abrazados...
Tu calor.
Tu compañía.

 

Muchas olas.
Un café.
África de fondo.
Pero no estás tú.

 

Escucho  el vaivén de estas olas y me gustaría ver la mirada reflejada de sol que a veces observé, ventanitas al interior de tu alma. Tatuada en mi corazón la tengo. Me fundo en el estrecho donde estos mares se besan, aunque a veces estuvieran separados por tierra. Son gritos de esperanza, pero naufrago mientras ya no queda café solo. Perdón y amor merezco, y eso soy. Reverdece el sarmiento y carga de fruto, pues de la vid brotan estos versos. Y es amor infinito del Padre y del Hijo.