La frígida mañana de filosas garras

Ivette Urroz

Mientras la frígida mañana de filosas garras

enrosca su mandíbula entre las interrogaciones nulas,

lo que siempre han sido un calambre de noche híspida

son indómitos senos fragmentados en su obstinación,

existente, que hiere como una cascada de fuegos con

jirones de arrebato. ¡Oh, boca de lirio sonoro!

Ahora que en la oscuridad se empina, una pócima acéfala

se restriega, circular, sobre sus indagaciones filosóficas.

 

La fragilidad de aguas de apetitos matutinos alcanza,

manteniendo sobreviviente el peso de sus rabias maculares

frente a sus posibilidades estrechas de muertes retorcidas,

pensadas desde un ojo caricaturesco, de hambre cervical

impertinente, que lo vislumbran a consolar su angustia;

el que gotea la sofisticación de un sonido abstraído

sin embestir las anárquicas pautas del indeseable fango.

 

Los sueños persistentes, contemplándose, también se

intuyen con sus huellas confusas; confrontan lo convencional,

atajando, evadiendo, olvidando la distancia y el tiempo,

llenando solo de recuerdos, colmados de veranos etéreos,

¡desplegando imágenes donde la carne interviene en la pasión!

¿Por qué permanece ese dolor en los altares de la sombra?

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