Taciturna estrella

Ivette Urroz

Taciturna estrella jadea sobre un cúmulo mundano de esperanzas

amortiguado de indolencia donde corona la nada,

sacude la historia con su canto de martillo conmovido, que transmite

el estupor del sueño, sin “dos dedos

de frente” hocicos reprimidos que despliegan y

abren un tercer ojo y lo cierran sin quitar

mácula lunar de sus tibias caricias. Vann Gogh traza su vida

con pinceladas de delirio, y un broche de estrella de mujer

apasionada que sacian su saliva de estancia encarnada.

En la medianoche, un mal levemente silba e ilumina

desde el cielo a través de las ventanas estelares

para unirse a sus dudas de un ruido vano y sin melancolía,

que asciende hasta el miedo astral cada minuto.

¿Seguirá temblando en sus batallas contra el

tiempo dentro de su cuerpo de hermosura terrenal?

Odiseo enciende sus deseos a la hora

exacta y de su lecho se levantan sus pupilas de destellos

nocturnos que no fueron hechas por amor ¿Habrán sido hechos

por su inteligencia innata? ¡Ah, estrella que como estrella perdura

en la mente apiñada suavemente!

No es un espectro… es un silencio de paraíso celestial

que espera ser materia.

No es espectro…es luz de veredas hacia al mar

que espera sentir la carne dentro del verbo y su soledad.

Es fragancia enamorada que dejó un Big Bang olvidado

en las zanjas, del barro,

lenguas de fuegos de ojos dormidos con escamas

de peces soñadores,

es una salvación de sed atardecida,

de huesos duros que nos queda al final…

 ¡Van Gogh nos pinta los caóticos crepúsculos solo de estrellas!

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