Soy estudiante, imbuido en investigaciones académicas.
SERENDIPIA DE AMOR
Yo le vi y muy, muy sonriente
caminar por la avenida;
vestía camisa roja,
falda de gabardina.
En su cuello dos alhajas,
en sus manos tres sortijas,
además de otros aretes
lúcidos, tiernos, cual prisma
que colgaban como cuerdas
y de pronto se movían.
Se estrelló contra mis ojos
con su mágica sonrisa
y así, sin contactarnos
sobre el tiempo se desliza
una idea encantadora,
una estrofa que se encripta
sobre el labio y la floresta
donde estaba aquella niña.
Y pensando en ese instante
qué decirle si me mira,
recordé que desde un tiempo
cuando estaba a la deriva
tuve nieblas en la mente
y mis manos súper tibias.
Pero no pudo el silencio
ahogarme con lipidias,
porque mi alma caprichosa
no creyó falsas noticias.
Me acerqué con ojos raudos,
la sinergia mi barquilla
y le dije: ―yo en ti mi reina
he mirado muchas cristas,
y en ese primer momento
que mis ojos, cuyas pínulas
absorbieron tu dulzura,
he predicho que me hechizas.
Y mirándome de pronto
respondió la muchachita:
―¿¡cómo crees que tan rápido
al cruzar y sin forcípulas
tu mirada ha enloquecido
construyendo un paradigma!?
¿Es acaso esto posible?
Dime ya, no te cohíbas,
que los peces y arrecifes
en amor no se limitan.
Contesté sin causar daño:
―es probable que las chirlas
cuando ven a las medusas
en tristezas se deslindan,
pero hay algo perentorio
que ni el aire suministra
―la sonrisa de tu boca―
y las mugas que se oliscan.
Y así, así como te cuento
que me muero entre sizigias,
las palabras se diluyen
y los labios no se crispan
a decir lo que la mente
solo al verte pues atisba,
―una luna con tus roces,
una llama que trasquila
los sobornos de la noche,
las raíces y las críticas―;
esas maravillosas
que navegan tiernas singlas
y se pierden en meollos
que entre el campo se subintran:
mujeres de tiernas pieles
y rosas entre siringas.
―¿Cómo te llamas mujer?―
Le interrogué a aquella cítara
y respondió de inmediato:
―yo llevo por nombre Silvia.
Si quieres tener mis besos
y mandarme cien epístolas,
recuerda que allá en el limbo
solo Dios nos atestigua.
Y así, así nos conocimos,
así… tallando espículas
nos sentamos en el parque
a decirnos pulcras rimas;
los momentos de un poeta
―una trama muy pacífica―
es aquello que he descrito
junto a ella, niña olímpica,
que al viajar aquella tarde
con realce de marítima:
yo llevaba ropa blanca,
mientras ella gabardina…
Samuel Dixon
- Autor: Samuel Dixon (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 26 de agosto de 2024 a las 09:28
- Comentario del autor sobre el poema: Cuando encontramos algo que nos lleva a otra dimensión; el amor es la camisa férrea que no trastabilla y todo lo puede.
- Categoría: Amor
- Lecturas: 33
- Usuarios favoritos de este poema: jvnavarro, SOY.-, CARLOS ARMIJO R...✒️, Scarlett-Oru, Lualpri, Freddy Kalvo, Santiago AlboHerna, Mauro Enrique Lopez Z., alicia perez hernandez, Rafael Escobar, Pilar Luna, Kapirutxo
Comentarios2
revisa esa:
adsorbieron tu belleza
Perfecto, vamos a corregir.
te mandaste una seguidilla de palabras raras Samuel...tuve que leer con el diccionario en la mano....jajajajajaj
Ja, ja, ja. Abrazos hermano.
la menos rara....SERENDIPIA...jajajajaja
Ja, ja, ja. Esa significa hallazgo ja, ja.
Excelente romance. Mis felicitaciones paisano. Fraterno saludo con aprecio.
Gracias poeta. Vivencias cotidianas.
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