ROSALES EN EL MAR

Lourdes Aguilar


AVISO DE AUSENCIA DE Lourdes Aguilar
En cada oportunidad que se presente estaré con ustedes
Mientras haya vida habrá poesía

Viajando por las regiones costeras del golfo sin más afán que ir deteniéndome en cada poblado y escudriñar en sus mercados, bajarme en algún claro de la playa, chapotear un rato, revolcarme en la playa e ir quedándome en algún hotel barato.

  Había salido de mi ciudad como solía hacerlo: sin preparativos y sin avisarle a nadie, mi plan era simplemente ir bordeando y en algún punto regresarme por otra ruta, mis únicas precauciones eran no manejar de noche, en cuanto a hacer amistades ni siquiera estaba contemplado, no soy una persona sociable y las muchedumbres me fastidian, así pues, me hallaba muy a gusto conociendo pintorescos pueblos en los que tuve la tranquilidad de pasar desapercibida.

  No fue sino una semana después de la partida de mi ciudad que llegué a un poblado de grandes palmeras, las más grandes y sanas que había visto en mi ruta, la playa ese día estaba calmado y su superficie reverberaba como diamantina al recibir los rayos, el olor a mar era más intenso que en los recorridos anteriores, tal vez por tratarse de una comunidad de pescadores, de eso me percaté al estacionarme, un muelle de madera y el arribo esporádico de lanchas me lo confirmaron, el gran sol rojizo, atravesado de cuando en cuando por nubes blancas anunciaba un agradable atardecer, habían algunas personas ya disfrutando del mar así que escogí un lugar apartado , me cambié y entré también.

Un rato después, al salir, dejé que la brisa me fuera secando el traje mojado, fue en esos momentos que vi un hombre sentado en el muelle, mirando cómo se ocultaba el sol, tal vez llevara mucho tiempo ahí, pero lo que me llamó la atención era la mirada fija, más que observando, cavilando o buscando algo en la lejanía; en eso una pelota me sacó de mis pensamientos, la niña que se acercó a recogerla se percató también del hombre y me dijo:

-Se llama Blas, todos dicen que está loco, pero no es cierto, conoce lugares extraños y a veces lleva gente si los considera discretos, a mí me gustaría…

-¡Rita!¡Ven aquí!

La niña tomó su pelota y con desgana se dirigió a donde la llamaban, dejándome intrigada por el tal Blas, volví a mirarlo ahí sentado en el muelle, su cabello negro, piel morena y complexión delgada eran comunes, pero su actitud concentrada y ausente, ajeno al ajetreo de los pescadores me intrigaba, tal vez, como había dicho Rita, conocía algún lugar interesante y pudiera yo conocerlo, sin embargo no sabía siquiera cómo acercarme así que me dispuse a conseguir alojamiento y olvidarme del asunto, pero no pude, regresé a la playa casi a medianoche, había una luna espléndida, parejitas por aquí y por allá desperdigadas aprovechaban para oír música o acariciarse sin recato, Blas seguía ahí y yo, contra mis costumbres decidí acercarme a ver si lograba siquiera entablar una breve conversación, al aproximarme pude distinguir que vestía como cualquier otro pescador, usaba un sombrero de palma, era joven todavía, espigado y robusto, me detuve y le dirigí unas palabras:

-Me parece que lleva usted aquí mucho rato

No pareció escucharme, no se me ocurrió decir otra cosa que decir así que no insistí y cuando me giré para regresar a la orilla contestó:

-¿No es acaso una luna hermosa?

Un poco animada me acerqué

-Sí, pero yo no me pasaría horas viéndola

-A menos que tuviera un buen motivo

-No sé cuál pudiera ser

-Recuerdos

-Disculpe si lo distraje

-De vez en cuando es bueno distraerse, el tiempo suele ser largo

-¿Conoce a una niña que se llama Rita?

-Por supuesto, es muy ingeniosa, lástima que sea tan pequeña, de otra manera podría llevármela a pasear en mi barca

-Pero puede ir con sus familiares ¿no?

-Nadie confía en mí, sólo ella

-¿Y eso por qué, si no es indiscreción?

-Mire, yo durante varios años fui pescador como mis padres, no era bueno, de hecho sigo siendo bastante malo, lo que realmente me gusta es navegar y navegué mucho tiempo desde que ellos fallecieron, conozco las islas mejor que ninguno y de vez en cuando, si algún turista distraído pasa por aquí lo llevo a conocer, eso me garantiza primero que muy posiblemente no lo volveré a ver y que podré sobrevivir unos días con el dinero, eso a los demás no les gusta, quisieran saber a dónde voy, por qué no tengo preocupaciones, por qué no tengo un trabajo estable, murmuran, inventan, usted sabe…

-Eso suena a que sus paseos son bastante caros

-En realidad no tengo un precio establecido, hasta ahora los que he llevado han sido generosos

-Entonces ¿yo también tengo la posibilidad de ir?

  Blas me miró fijamente unos instantes, eran unos ojos apacibles, cargados de misterio, sin embargo me infundieron confianza.

-¿Solo usted?¿no le importa ir con un desconocido?

-Rita parece tenerle mucha confianza, eso me tranquiliza

-La pequeña Rita no está hecha para vivir en tierra, es una verdadera pena que haya nacido en una familia tan autoritaria e incrédula.

-¿Eso es un sí?

-Por tratarse de una dama le puedo mostrar algo diferente, algo muy especial también, solo que es un viaje largo e incómodo, espero que sepa nadar bien.

-Por supuesto, estoy de paso así que si le parece podríamos salir mañana mismo

-De acuerdo, venga usted temprano, digamos a las 7

  Puestos así de acuerdo me alejé, ya acostada me sorprendí por la facilidad con que había fluido la conversación y sobre todo por la ligereza con la que había aceptado un viaje con un desconocido a un lugar también desconocido, no suelo ser así, tal vez la emoción de experimentar, la espontaneidad de Rita, la mirada limpia de Blas o el misticismo de la luna me habían arrastrado, el caso es que dormí profundamente esperando nuevo día.

 Llegué puntual, Blas me esperaba ya y al partir la primera sorpresa que me llevé fue que su lancha no hacía ruido, era silenciosa, rápida y apenas dejaba una estela superficial y así se lo hice notar, inquiriendo a qué se debía.

  -Es una especie de pila, como la da de los vehículos eléctricos

 Observé el motor, pero no vi más que una caja metálica, no estaba sellada

 -¿No le afecta el agua?

 -Es usted muy curiosa, pero le diré: esa pila no es de metal, es una especie de cuarzo, tratada de forma especial puede concentrar energía gracias  la composición del agua salada, lo demás lo hace la física, pero cómo lo aprendí  es otra historia que prefiero no revelar, ya hay gente que anda tras el secreto y no son buenas personas.

 Después de mucho navegar alcanzamos a distinguir los picos de alguna isla, una ligera bruma o quizá algún efecto óptico ocasionado por la condensación de la superficie la rodeaba, al preguntarle el nombre de la isla Blas solamente se encogió de hombros sin responder, definitivamente Blas tampoco era bueno como guía, permanecía callado, asintiendo o afirmando a mis dudas, no entendía cómo este hombre podía contarle cosas a una niña y mantenía un mutismo casi férreo con su cliente,

  Arribamos a una accidentada costa donde sobresalía un arrecife rocoso y las olas rompían con fuerza, sin embargo Blas supo maniobrar hábilmente mientras yo me sujetaba fuertemente de mi asiento pensando a cada momento que nos estrellaríamos, una vez que logró acomodar la lancha y, replegada en vertical en una angosta orilla me hizo señas para seguirle. Y lo seguí, mucho rato subiendo y bajando senderos rocosos, atravesando arbustos, brincando zanjas, en algún momento, cansada y molesta por los continuos insectos que zumbaban en mi oírlo le pregunté:

  -¿Falta mucho?

  -En realidad no, pero si ya se cansó podemos detenernos un rato

  Comimos un pescado y agua, mucha agua, luego continuamos, mis piernas se estaban acalambrando cuando llegamos a una cavidad por donde nos introducimos, unos metros más adelante ésta se abría mostrando una bóveda sin techo por donde penetraban los rayos solares, adentro sólo había paredes, un pedazo de suelo firme de arenisca y en el resto del espacio se extendía una capa delgada  que parecían ser algas, no había más camino; un enorme sentimiento de frustración y miedo me invadió pensando que la intuición de Rita era  errónea y estaba yo junto a algún pervertido que me había traído a su trampa y yo, en mi necia curiosidad estaba a su merced, escuché decirme:

 -Ahora póngase el visor y entre

 -Me giré, pensando que pretendía ahogarme o algo peor.

 -Entraré yo primero, si eso la tranquiliza

 -Lo vi penetrar en el agua y desaparecer en ella como si fueran arenas movedizas, unos metros más adelante emergió y levantó los brazos, mi corazón empezó poco a poco a recuperar el ritmo, sin quitarle los ojos de encima me puse el visor, al romper la capa verdosa con el pie me di cuenta que era más delgada de lo que me había imaginado, el agua debajo se sentía fresca, pisaba despacio y supe que el declive era pronunciado así que pronto el agua me llegó a los hombros, metí la cabeza bajo el agua y lo que vi me dejó perpleja: a una profundidad de cinco metros se encontraban unos preciosos rosales de diversos colores, los cuales recibían inexplicablemente luz por alguna fosforescencia producida por las algas en la superficie, el agua quieta y los rayos provenientes de la superficie daban la impresión de ser un diorama perfecto, en recorrer el breve jardín que abarcaba unos cuantos metros no encontré ninguna flor u n hoja marchita, todas estaban ya sea en plena floración o en fases de botón, no habían insectos, si acaso minúsculos pescaditos atravesando el espacio, tan absorta estaba que  me olvidé de Blas, de mis miedos y mi cansancio, simplemente no podía salir de mi asombro, creí soñar; un rosal es naturalmente hermoso, pero encontrarlo bajo el agua es imposible para una mente racional y sin embargo estaba a mi alcance, flores reales, mágicamente ocultas y conservadas bajo el agua en alguna isla desconocida, no supe cuánto tiempo tardé recorriendo ese jardín mágico, al salir del agua Blas ya estaba afuera, yo no podía articular palabra así que él habló

  -¿Satisfecha?

  -Esto... es inaudito...¿cómo?

  -En algún tiempo éstas flores vivieron en tierra como cualquier otra, empezó como un rosal cualquiera para mi novia, le gustaron tanto que poco a poco traje más, pero durante un derrumbe de las paredes el agua se filtró hasta inundarlo, cómo sobrevivieron ni yo mismo lo sé

  -¿Acaso su novia no conocía las rosas?¿por qué tomarse el trabajo de plantar un jardín en una isla remota?

 -Usted, ¿alguna ves se ha enamorado?

 -Creo que todos, alguna o varias veces.

-No, no me refiero a amoríos fugaces, llamaradas de petate ni deslumbramientos de ocasión; me refiero a ese instinto que atrae, a la sensación de camaradería, de ternura y confianza que se ancla en un instante y se profundiza con el tiempo, las caricias hasta que nos fusiona enriqueciendo nuestra existencia, expandiendo las alegrías al grado de ser bálsamo en el dolor y confianza en la distancia ¿lo ha sentido?

  -Pues así como lo describe usted no, pero de todas maneras no entiendo la relación, su novia debe ser tan extraña como usted e intuyo que no es del pueblo.

  -No lo es, digamos que nuestro amor está a prueba, pero el plazo está por vencerse y nos reuniremos cuando la luna dibuje su camino sobre el mar.

  -Eso suena muy poético

 -Usted será la única y última persona que verá éste jardín

 -¿Por qué?

  -Ya no será necesario, vive porque es una garantía, cumplido en plazo habrá cumplido su misión y se romperá el encanto.

  -Sería una pena

  -Tal vez se convierta en otra cosa, pero de momento debe permanecer así.

  -En ese caso me siento halagada y le deseo felicidad en su matrimonio.

  -Gracias, ahora, si le parece debemos regresar.

    Al salir me asusté al descubrir que el sol se estaba ocultando ya, siendo que mientras permanecimos en la bóveda ésta estuvo iluminada todo el tiempo, la bruma continuaba, pero Blas guiaba su lancha sin dificultad y una vez de regreso en el poblado se negó a recibir pago alguno por tan fascinante viaje y cada quien tomó rumbos distintos. 

 Esa noche, alentada todavía por la visón del jardín submarino me quedé dormida y en mis sueños las rosas empezaban a titilar con luz propia cual si fueran luciérnagas y se desprendían de sus tallos, se esparcían y flotaban por toda la caverna, Blas, sentado en la orilla, con esa mirada primera que le vi en el muelle, estaba fija no en el espectáculo de las rosas, él miraba fijamente el agua cristalina ya libre de algas hacia un túnel oscuro que en su momento pensé eran una mancha de tierra, remanente de sus inicios que se abría abajo, miraba con una sonrisa que lo exaltaba, parecía emitir también su luz, como las rosas, una luz verdosa y tenue, no había más, las rosas de distintos colores eran un hermoso marco para el enamorado que con sus propias manos las había plantado como ofrenda para su enigmática amada, y así, hundida en la contemplación permanecí hasta el alba.

Continué mi viaje sin despedirme y llegado el momento regresé por otra vía como había planeado, la luna en esas fechas estaba en creciente y muy pronto estaría llena, la curiosidad me hizo desviarme para regresar de nuevo al puerto al cual llegué temprano la noche posterior a la luna llena. Todo lucía igual: los pescadores habían partido, gente en la playa y algunos niños haciendo castillos de arena, para mi alegría, entre ellos estaba Rita, quien solitaria bajo una palmera jugaba con conchas; me acerqué, sentándome junto a ella, enseguida me reconoció y dijo sonriendo:

-Ya se fueron

Extrañada pregunté:

-¿Quiénes?

-Pues Blas y su novia

-¿Cómo lo sabes?

-Anoche la luna dibujó su camino sobre el mar, ahora mismo estarán en las profundidades del mar, en las cavidades, donde erigen sus casas de cristal.

Aquellas palabras me estremecieron

-¿Tú ya conocías a su novia?

-Claro, y el jardín de rosas, y los túneles que conectan los abismos, las serpientes que custodian las entradas submarinas, y las pirámides de…

-Rita, tú no has estado ahí…

Rita, desvió la mirada y clavándola en las conchas agregó:

  -Eso dicen todos

  Había herido sus sentimientos, cortado su emoción y me sentí horriblemente culpable, después de todo, era solo una niña con una imaginación desbordada, seguramente los relatos de Blas habían alentado sus fantasías infantiles.

  -Perdóname, no quise ofenderte, es solo que me cuesta trabajo visualizar algo así, mejor dime ¿cómo es su novia?

  -Es menuda, tiene grandes plateados cuya pupila al dilatarse lo abarca casi todo, su piel está formada por rombos diminutos que la luz descompone en colores como hace con el sol después de la lluvia formando el arco iris y sus tonos varían conforme nada, su cola es larga, adornada por crestas finas como la de los gupys…

Me quedé pasmada ¿habría Rita soñado todo eso?

Una mujer adulta se había acercado en ese momento y molesta tomó a Rita del brazo la jalándola bruscamente

-¡Aquí estás! ¿por qué no puedes quedarte donde te digo? Disculpe señorita, pero ya nos vamos

-Por favor no la regañe, me estaba contando una bonita historia

-¿Historias?¡ Ya me tiene harta! Por estar pensando en sirenas y cavernas de cristal ha reprobado el segundo año, pero la culpa la tiene Blas y no es por desearle mal pero me alegro que haya desaparecido, dicen que lo vieron subirse a su barca y seguir la estela de la luna anoche.

Al verlas alejarse sentí una sensación de pesar, hacía apenas unos días había presenciado algo increíble, algo que rompía mis arquetipos y desafiaba mi lógica; en cambio Rita, sin conocer más que la orilla de la playa me había descrito sin titubeos una criatura de leyenda, quise rememorar mi visita al jardín, imaginarme a Blas buceando en esas profundidades, tratar de entender cómo se comunicaba con su sirena, cómo eran las cavernas de cristal pero no pude, me acerqué a la orilla del mar y miré: era como cualquier otro, las olas me lamían suavemente los pies y entonces descubrí con asombro que en el dorso del pie derecho se había adherido un pétalo de rosa.

 

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  • Autor: Lourdes Aguilar (Offline Offline)
  • Publicado: 1 de septiembre de 2024 a las 01:25
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 19
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