Muchas mujeres usaban sus bienes para atenderlos (Luc. 8:3)

Yeshuapoemario

 

En los albores de la fe, María Magdalena,

liberada de sombras por la luz divina,

siguió con devoción la senda cristalina

de aquel que con amor su alma enardece.

 

Ella, agradecida, su camino emprende,

junto a Jesús, maestro de la verdad suprema,

y en su ministerio, como fiel diadema,

brilla con el fulgor que su fe enciende.

 

No solo por ella, su gratitud se extiende,

sino por el sacrificio de redención plena,

que en amor se consuma, en la historia se encomienda.

 

Al pie del madero, su lealtad se afianza,

y en la tumba, con aromas, honra la pena,

esperando el alba de la esperanza.

 

Y cuando el sepulcro la muerte desmiente,

y el resucitado ante ella se presenta,

su corazón exulta, su espíritu canta,

pues ve en su maestro la vida que reinventa.

 

María, testigo de la gloria incipiente,

con especias y lágrimas su amor representa,

y en el jardín del alba, su fe se alimenta,

al conversar con Jesús, la muerte ausente.

 

Así, la Magdalena, en su fervor ardiente,

nos enseña el camino de la fe contenta,

que en los actos de amor se manifiesta y siente.

 

Porque en cada gesto de apoyo y de cuidado,

en cada mirada de compasión ardiente,

se refleja el amor de Jesús amado.

 

Y en la historia queda, como eco sonante,

la lección de María, en su amor constante,

que aún hoy resuena, profundo y vibrante,

en corazones que buscan ser amantes

de la verdad que Jesús estuvo predicando,

y en su resurrección, eternamente, dando.

 

 

  • Autor: Yeshuapoemario (Offline Offline)
  • Publicado: 2 de septiembre de 2024 a las 07:22
  • Comentario del autor sobre el poema: Muchas mujeres usaban sus bienes para atenderlos (Luc. 8:3). Jesús liberó a María Magdalena de siete demonios. Ella debió sentirse muy agradecida. Por eso se hizo seguidora de Cristo y lo apoyó durante su ministerio (Luc. 8:1-3). Aunque María valoraba mucho lo que Jesús había hecho por ella personalmente, quizás no comprendía por completo el inmenso regalo que él pronto iba a ofrecer. Jesús daría su vida para que cualquiera que demostrara tener fe en él recibiera vida eterna (Juan 3:16). De todos modos, María demostró con su lealtad que estaba muy agradecida. Cuando Jesús estaba clavado al madero, ella se quedó allí cerca para darles su apoyo a Jesús y a otros que estaban presentes (Juan 19:25). Y, cuando Jesús estaba en la tumba, María y otras dos mujeres llevaron especias aromáticas para aplicárselas al cuerpo de Jesús (Mar. 16:1, 2). ¡Qué alegría tan grande se llevó María al ver a Jesús resucitado y poder conversar con él! Ese fue un honor que muy pocos discípulos tuvieron (Juan 20:11-18). w23.01 27 párr. 4
  • Categoría: Amor
  • Lecturas: 15
  • Usuarios favoritos de este poema: Yeshuapoemario, Mauro Enrique Lopez Z.
Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos




Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.