Causal encuentro

Pasá que te cuento - Miriam Venezia (Marca Registrada)

Era una tarde cálida y apacible, entrada ya la primavera. Sentada a orillas del gran lago había una niña pequeña con su cabecita gacha, mirando el agua con expresión triste y a la vez serena.

Me acerqué despacio y la saludé.

Al principio se sorprendió, pero espontáneamente afloro la simpleza e inocencia de su niñez, aunque no dejaba de mirarme. Me devolvió el saludo y su carita adoptó una expresión de curiosidad con una pizca de escepticismo.

Le pregunte su nombre, y al decirlo, rápidamente me pregunto el mío. Cuando le dije que no tenía, se sorprendió y prometió que pensaría uno para mí.

Le pregunté qué hacía allí sola y me contó su historia.

Su hermana había partido pocos días antes, y sus padres estaban muy tristes y un poco enojados.

Alicia era para ellos un ejemplo de hija, María era un poco más bulliciosa y traviesa, y en esos días, no estaban pudiendo prestarle la atención necesaria, a tal punto que no se daban cuenta de que la pequeña se ausentaba de la casa. Vivían en un lugar muy tranquilo y un poco apartado de la ciudad, eso colaboraba, quizá, para que la niña tuviera cierta libertad con sus espacios y movimientos.

Pregunté si había hablado con sus padres, pero María no quería agregar una preocupación expresando su propia tristeza y desconcierto.

Extrañaba demasiado los juegos compartidos, las caminatas al colegio, las rayuelas en el patio. Se preguntaba si ese día hubiera sido diferente si, en lugar de quedarse en casa, hubiera caminado con ella.

Advirtiendo que se ponía el sol, se levantó y salió corriendo hacia su casa.

Seguí mi habitual recorrido por el lago, a pesar de no poder quitar de mi mente a esa niña y su especie de aspecto de orfandad.

Me sorprendió que me escuchara y quisiera hablar conmigo sin un atisbo de miedo. Sentí que estaba llamado a acompañarla.

Volví al día siguiente y allí estaba, suspiró y esbozó una aliviada sonrisa, como si estuviera esperándome.

  -Pensé que te había imaginado, pero aquí estás.

  -Estaré, si quieres, mientras me necesites.  

  -Gracias Amigo, y creo que acabo de definir tu nombre, ¿te gusta?

  -¡Claro, será nuestro secreto!!

Esto se sucedió durante un tiempo, que duró hasta sentir la grata sensación de que María había crecido y superado su angustiante situación, aunque jamás la olvidaría.

Nuestras conversaciones transcurrían entre sus dudas y mis palabras de experiencia y aliento.

Finalmente entendió que estar enferma ese día no fue su responsabilidad, no me gusta la palabra culpa; y comprendió que fue la circunstancia que contribuyó a que se cumpliera el designio de nuestro Ser Superior, el que tiene reservado para cada ser viviente.

  -¡Creo que Alicia estará feliz a su lado!! -dijo.

Me enorgulleció y enterneció a la vez su capacidad y madurez a tan corta edad.

Pasó un tiempo y María se animó a comentar a sus padres, con cierta reserva, su vivencia.

Ellos le sonrieron y la abrazaron con ternura. No le creyeron y aunque pensaron que se debía a su imaginación, no se lo dijeron. En el fondo se sentían aliviados de que lo hubiera procesado de alguna manera, y ella, se volvió a sentir tomada en cuenta.

Era tal su alegría y agradecimiento, que quiso compartirlo con una amiga. La llevó a la orilla del lago y esperaron un momento.

Entonces lo vio, y al acercarse lo saludó con un entusiasta

  -¡Hola Amigo!!

Él hizo un profundo gesto bajando su cabeza.

Su amiga, un poco incrédula, le dijo que, por casualidad, había bajado la cabeza para tomar agua.

Al instante, María se ruborizó ante el recuerdo de

  -¡Claro, será nuestro secreto!!

Y le sonrió a su amiga como asintiendo, aliviada de no haber roto su pacto con aquél blanco y hermoso cisne.

 

Miriam Venezia

11/09/2024

 

 

 

 

 

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