BREVE RECUERDO

Lourdes Aguilar


AVISO DE AUSENCIA DE Lourdes Aguilar
En cada oportunidad que se presente estaré con ustedes
Mientras haya vida habrá poesía


Fidencio tomó un trago de  su atole mientras mordisqueaba una concha, se había quedado solo en casa, solo ese 15 de septiembre, su hija había preparado pozole, su yerno había comprado caguamas y almorzaron todos escuchando música grupera, el licor le soltaba la lengua a anfitriones e invitados, pero a Fidencio lo que escuchaba no le gustaba ¿o será que ya se había vuelto viejo? Su hija y su yerno hablaban del trabajo en sus respectivos hoteles intercalando con alguna grosería que dicho sea de paso, se sonaba vulgar en los hombres y aún peor en las mujeres ¿en eso consistía la igualdad de la mujer ahora?¿en ser tan léperas  e insolentes como los hombres? ¿Acaso su hija se había olvidado de su madre? él la recordaba perfectamente: hacendosa, pulcra en apariencia y en lenguaje, morena y robusta, quien solía vender empanadas y chalupas en la calle para ayudarlo y darle estudios a la mocosa deslenguada que ahora repetía obscenidades como vulgar verdulera, habían salido ya dejando regadero de platos, vasos y él sabía que no los tocarían hasta el día siguiente en la tarde, ojerosos y desaliñados después de la borrachera, vaya forma de celebrar las fiestas patrias, eso no se grita al calor de las copas, eso se trabaja día a día, honrando de pensamiento y voz a los antepasados que desearon y educaron con calidad humana a sus descendientes.
Cómo  habían cambiado los tiempos, si Matilde viviera al menos no se sentiría tan solo, como un holograma en las reuniones a las que asistía cada vez con menos frecuencia, a la playa o al cine si de vez en cuando Sandra, su hija le invitaba, ¿acaso ya no se acordaba cuando de pequeña jugaba a la pesca pesca con los demás  niños de la colonia, cuando  trepaba a los árboles a bajar fruta o  cuando acompañaba su madre a la iglesia vestida de indiecita cada 12 de diciembre para cantarle las mañanitas a la virgen? Tal vez nuestro error fue que dejar el pueblo muy pronto, tal vez porque en las escuelas de la ciudad ya no bailaba huapango, ni jarana, ni se practicaban tablas rítmicas en los festivales, Sandrita no aprendió bordado ni le gustaba la poesía ¿por qué?  Era tan bello observar los pájaros en el campo, acompañado de un fiel perro, montar una mula mansa sobre caminos pedregosos, contar cuentos de aparecidos y de cheneques; ¡ay Matilde!, la   ciudad nos arrebató a Sandrita y a Artemio, Artemio que desde que se fue al otro lado se desentendió de nosotros y de sus orígenes, dicen que anda bien trajeado y no le gusta ensuciarse, quién lo oyera, tanto que disfrutaba jugar canicas, sobre el polvoriento suelo. 
 Fidencio degustaba su atole, desde el accidente de Matilde él tuvo que aprender a prepararlo, en ese entonces sus hijos ya se iban dispersando en los juegos de maquinitas y luego ensimismándose en las computadoras, pos ¿Qué tanto veían? a él le ardían los ojos si permanecía más de 15 minutos mirando esa pantalla brillante que mostraba un mundo desconocido, utópico, bonito, lleno de anuncios, pero también podía ser agresivo, morboso y violento ¿por qué prefirieron eso y le dedicaron horas, horas  que en el pueblo eran para solaz, para diversión y plática? ¡Ay Matilde!, hoy estarías vistiendo tu blusa floreada, una amplia falda y tus mejores huaraches, te habrías puesto una peineta dorada y me acompañarías a cualquier parque para comprar unos esquites y sentarnos con mi guitarra a cantar "La rielera", "La barca de oro", "Amorcito corazón" ésas sí eran canciones, hoy es quince de Septiembre, ¿sabes? los alfajores, las cocadas, los mazapanes ya no se consumen en las fiestas, en las fiestas ahora se grita, se hacen concursos de baile que mas bien parecen de contorsión, del paso más vulgar, se beben gaseosas y alcohol, mucho alcohol, por eso casi no salgo Matilde, nuestro hijos parecen haber olvidado, parecen haberse adaptado a un mundo desalmado que busca emociones absurdas, quiere vivir como en sus pantallas, se deslumbran con lujos y chismes ajenos, les aburre el silencio, lo modesto, estudiaron poco y solo para trabajar y tener dinero para comprar cosas, cosas que amontonan en sus casas y cambian cada vez que se aburren, ya no quieren aprender más, nunca están conformes, quieren vivir pero sin amar, sin amar un oficio, sin amar una familia con la cual convivir y perpetuar lo que somos, lo que pronto dejaremos de ser, ¡ay Matilde! no se les antoja ya el atole, ni la concha, si tú estuvieras conmigo...

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Comentarios +

Comentarios1

  • ElidethAbreu

    Lourdes , al leer se me ha antojado un atolito.
    Gracias amiga, abrazos.

    • Lourdes Aguilar

      Un atole para desayunar y calentarse mirando el volcán, eso es invalueble, gracias



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