REZONGONES PLAÑIDEROS

Paco Pena

El no era ni un mar ni un océano,
capaz de soportar el vertido impuro
de un tropel de rezongones plañideros.
Que llegarón hasta él exánimes y desconcertados,
sin ilusiones, sin futuro,
con la dignidad hecha girones
y el coraje bajo el brazo.
Curó sus heridas, alimentó sus cuerpos y sus almas,
les devolvió la esperanza y el orgullo,
haciendo de ellos un equipo competente y laureado.
Pero olvidaron que la vida no regala nada
que el éxito exige sacrificios
que sin ejemplo no hay virtud
y que  la disciplina empieza por uno mismo.
La abundancia les mudo despreocupados,
sus cometidos cada vez más descuidados,
el desahogo ejercido sin reparo
y la boca, siempre, abierta sollozando.
Con la escasez llegarón los problemas,
huracanes y alegatos,
mucho fango para un par de zapatos
que perdierón la suela de tanto embarrarlos.
Y mientras, el tropel de rezongones,
muy dignos ellos, mirando para otro lado,
con la boca mendaz y sin mancharse los zapatos.

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