Con su permiso, señores,
de mi tierra quiero hablar;
perdonen si al versar
no soy del todo discreto,
pero no guardo en secreto
lo que es justo de alabar.
Vive mi gente orgullosa
de su digna agricultura,
pues la tierra, en su hermosura,
regala, sabia y generosa,
sus frutos en gran mixtura,
herencia de vida hermosa.
Tiende el verano su altar,
el río entona su canto,
riega el campo con encanto,
y el pasto empieza a crecer,
y al verlo reverdecer
el cielo aquieta su manto.
Surgen las sementeras
bajo el cuidado incansable
de manos inquebrantables,
manos que vierten semillas
que a la luna y sus orillas,
germinan en suelo amable.
En la calma del sembrío,
los cerros ven al pallar,
y a los choclos despuntar
en firme brote ceñido,
y el cancate ha florecido
bajo un cielo sin llorar.
Las uvas dan su dulzura
bajo un sol que no vacila,
y los mangos se perfilan
en la tierra que madura;
ya en la mesa, en su ternura,
al paladar encandilan.
Las higueras ya florecen
con sus ramas bien curtidas,
y en las huertas renacidas
cada fruto es la promesa
del trabajo que no cesa,
del esfuerzo que es la vida.
- Autor: Gusechag (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 18 de septiembre de 2024 a las 12:09
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 13
- Usuarios favoritos de este poema: Antonio Pais, Jaime Alberto Garzón, Augusto Fleid, Pilar Luna, Mauro Enrique Lopez Z.
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