Leonora Carrington

Carmela escribe cartas a gentes de todas partes del mundo a quienes nunca ha conocido, firmándolas con toda suerte de románticos nombres, jamás, desde luego, con el suyo propio.
Carmela despreciaría las cartas anónimas y ¿quién sería tan poco práctico como para responderlas?
Estas cartas maravillosas salen por correo aéreo, escritas en una forma celeste con la fina caligrafía de Carmela.
Nunca llega una respuesta. La gente no tiene tiempo para nada realmente interesante.

Leonora Carrington

No dependo de ti, y tu menos de mí, pero que felices somos cuando por acuerdo pasamos una tarde unidos, que se yo fumando un poco, tomando un café, hablando de trivialidades, de profundidades, del universo, de nosotros.

Te propuse un negocio, porque no temo abrir mi corazón, ya que es posible que el tiempo me enseñó, que sólo yo puedo hacerme daño, y ya estoy reconciliado conmigo hace tiempo, ya que dejé de llevarlo también... (Hablo del tiempo), y solo pensar en el ahora me gusta más, y ahora mismo...

Ahora mismo deseo besarte, besarte tanto que todas tus dudas se muden a otro cuerpo, y me lo dejen todo para mí.

Para resetear tu dolor y con tu ayuda, convertirlo en más momentos plenos, en más café caliente, frente a lugares que jamás soñaste ver. Tú me cuidas y yo te cuido.

Alejandro J. Silva

La pálida muerte andaba de visitas, me estrechó cálida, sentí tanta paz, y me habló: nunca más sentirás nada, será como si jamás hubieses existido; sólo huesos y polvo; ahora, si bebieses una pócima con arsénico mantendrías la expresión de felicidad en el rostro; tu alma, punto sin dimensión, se perdería en la nada. Me recomendó como epitafio: “No llamen por mí, me he marchado por siempre de este lugar más no volveré”.