Siempre llega el amor

Berta.



 

El amor a veces tarda en llegar, como un barco que desafía tormentas para finalmente anclar en un puerto seguro. Pero llega. “Nunca pierdas la esperanza”, me decía a mí misma, con una sonrisa cómplice. Mis palabras eran un eco de lo que mi corazón había empezado a comprender, el amor tiene la capacidad de florecer, incluso en los momentos más oscuros.
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Y un día cualquiera, sin previo aviso, sentí en el pecho la punzada de una flecha. La vida, con su habitual rutina, se tornó en revoloteo y magia. Una sonrisa se dibujó en mi rostro, como un rayo de sol atravesando la niebla densa de mis pensamientos. 
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Era como si la tristeza, hasta entonces mi fiel compañera, se hubiera desvanecido ante la llegada de un nuevo amanecer.
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Ese día, regresaba a casa después de un largo ciclo de noches en vela, noches de lunas densas que parecían pesar sobre mis hombros. Pero algo en el aire cambió. Un susurro, un destello. Y al dar la vuelta en la esquina, allí estaba él. 
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Un hombre de ojos que parecían reflejar el cielo despejado, con una sonrisa que sembraba en el aire suspiros de lunas nuevas. En ese instante, comprendí que Cupido había hecho su jugada, y mis años de soledad se disolvieron como el rocío al salir el sol.
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Atrás quedaron los ecos de un pasado doloroso, aquellos años de añoranza que se tejían a través de recuerdos amargos. Aquella tarde, su presencia convirtió cada sombra en luz, y mis mejillas se pintaron con el rubor de la esperanza. 
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La hiedra crecía de nuevo en mis jardines, simbolizando un renacer, un deseo ardiente por los sueños que trepaban por encima de las sombras en busca de nuevas sendas.

A su lado, descubrí que el amor tenía formas inesperadas y colores vibrantes. Sus risas se entrelazaban con mis palabras, y juntos comenzamos a construir un puente entre el pasado y el futuro. Cada instante a su lado era un canto a la vida, un bálsamo para el alma. 
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“Qué bonito es el amor”, pensé mientras el atardecer nos envolvía. Aquello que había sido un sueño lejano se materializaba en cada mirada, en cada roce de manos.
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Con el tiempo, cada rosa que florecía en mi jardín era roja, una declaración de amor que había apagado las noches tensas de un pasado sin brillo. Y así, los vientos tomaron los recuerdos amargos y los llevaron a desiertos sin arenas, borrando las huellas que habían marcado mi ser.
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Así, nuestros corazones, antes heridos y temerosos, se lanzaron al vasto cielo azul, despejados de tinieblas. Un rayo de blanca luz se reflejaba en nuestras almas cansadas, ahora renovadas. Las primaveras envidiaban nuestras raíces profundas, pruebas de que incluso un amor que parece tardar en llegar puede transformarlo todo en belleza. 
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En sus brazos, supe que por fin el amor había llegado a mí, y que este capítulo de nuestras vidas apenas comenzaba.

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Comentarios +

Comentarios1

  • alicia perez hernandez

    Si!! pero así como llega se va...
    el AMOR es traicionero, es impredecible nunca sabes si se va o si se queda.



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