Me he vestido de oro y espejos, he sido testigo de labios que me buscan, pero al final, ¿Qué me queda? He sido el fuego que enciende noches fugaces, el sol que todos buscan, pero que quema si se toca.
Me han venerado, adornado con pétalos de rosa y promesas que se deshacen en el viento. Y aquí estoy, en mi trono vacío, rodeado de ecos de risas que no son mías, sombras que no abrazan.
¿De qué sirve ser el amor sin la compañía de un alma verdadera? La amistad, tan humilde y constante, ¿No es acaso el refugio que nunca traiciona? Si soy fuego, ¿No necesito la tierra firme
de la amistad para no arder en soledad? ¿De qué vale el resplandor sin raíces que lo sostengan?
Y mientras me miro en el espejo, me pregunto: ¿He sido yo una ilusión, una chispa fugaz que consume todo a su paso? Me han buscado por deseo, por capricho, pero ¿quién se ha quedado cuando las llamas se apagan?
La amistad, silenciosa como el amanecer, no necesita de grandes gestos ni promesas eternas; es el viento suave que acaricia sin pedir nada a cambio. Yo, que he sido el centro de tantas vidas, ¿he olvidado cómo es compartir un momento sin esperar más que compañía genuina?
Si el amor es el sueño que todos anhelan, ¿no es la amistad la vigilia que lo sostiene? ¿Qué sería de mi brillo sin el ancla discreta de la amistad? ¿Acaso el amor puede ser pleno sin su sombra fiel?
- Autor: Jessaim Malave (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 19 de septiembre de 2024 a las 17:20
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 12
- Usuarios favoritos de este poema: Antonio Pais, alicia perez hernandez, Mauro Enrique Lopez Z., Pilar Luna
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