Prólogo al mar

Juan Sebastian Mena

 

 

El mar olvidado rugió

Sacudió y estremeció con ira el sur del pabellón

Y murieron infinitos claveles dentro de una sola gota de sal.

La agonía del viento, quien compañero del mar es, beso tantas veces su espalda y reposo en su azul celeste cuando los habitantes de su cabellera dormían debajo de ella. 

Es por eso que da tregua a su compañero, que busca salir de la agonía del silencio, porque no tiene compañeros en el océano.

Ya llegó el sur arrastrando otra oleada de ventarrónes frescos, estremeciéndose las palmeras en un beso clandestino de las olas con el follaje de la arena.

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