El Dolor que Esconde el Alma
Hay un eco silente en la profundidad,
un susurro que nadie oye,
un grito que no se pronuncia
y sin embargo, siempre está presente.
El alma, con su carga de sombras,
camina descalza por senderos áridos,
acaricia las heridas del tiempo
que se alojaron en la piel y el pensamiento.
Es el dolor, ese huésped que no pide permiso,
que entra cuando la risa se va,
se instala en los rincones oscuros
donde la luz ya no quiere mirar.
Es el peso de un silencio ensordecedor,
que no necesita palabras para hablar,
que se siente en el pecho, en el aliento,
como una soga que no se deja soltar.
Dime, ¿cuántas veces has ocultado las lágrimas
tras una sonrisa que no quiere ser?
¿Cuántas veces el alma ha gritado
en la quietud de una habitación vacía?
Las manos buscan consuelo en la nada,
los ojos se pierden en horizontes sin fin,
y el corazón, como barco a la deriva,
se hunde en un océano de recuerdos que duelen.
Los días pasan con su manto de rutina,
pero el alma sigue, sin encontrar paz.
Es una guerra constante con el olvido,
y con el miedo de recordar.
Porque el alma no olvida, aunque quiera,
y el dolor se queda, aunque duela.
Es un peso que se lleva en silencio,
como una cadena que no se puede romper.
A veces, parece que el sol asoma,
pero es un rayo fugaz,
que ilumina solo un instante
y luego vuelve la oscuridad.
¿Será posible liberarse algún día
de esta prisión hecha de sombras y pena?
¿Será el alma capaz de sanar
o siempre llevará las marcas de su dolor?
Pero en medio de tanto sufrimiento,
hay una chispa que nunca se apaga,
un fuego que, aunque pequeño, resiste
y mantiene viva la esperanza.
Es la fe en el mañana que aún no ha llegado,
en los amaneceres que están por nacer.
Es la promesa de que el dolor
no será eterno, aunque hoy lo parezca.
Y el alma, aunque herida, camina,
y en su andar encuentra fuerza.
Porque aunque el dolor la marque,
también la hace más fuerte, más sabia.
Y así, el alma sigue su viaje,
llevando consigo sus cicatrices,
pero también sus victorias,
y la certeza de que, a pesar de todo,
hay vida después del dolor.
ddd53
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