Crepúsculos del Albor Inmortal

Ivette Urroz

Es esta rectitud la que, inesperadamente, incinera

el libelo de un pez inmortal con escamas de albor,

como un sol repentino que disuelve la bruma matinal.

Ni los objetos de contagiosa virtud desafían el florido

margen de océanos fieros.

Ni las cruces niegan que los sueños son las pompas

de un vuelo deleitable de aprendizaje.

Es el monumento sosegado de un ademán que, ya

pulido, se revela como un pedernal torneado de blancos

crepúsculos de un paisaje desengañado,

con sus garras de marfil emergiendo sutilmente.

 

Como una perla de placer, busca el bienestar de su destino,

donde cada giro enseña un ritmo constante,

como hazañas reflejadas en el espejo de estancias fugaces.

Y luego, con el guion que murmura entre las hierbas,

el relámpago anuncia solo una catapulta lloviznada

e inapelable:

esa asonancia del páramo sin límites…

 

Es mejor la claridad audaz del creyente tulipán.

No evadir la hermosura con la radiante pasión

de quien todavía anhela seducir aún más a la musa

de quemante memoria hasta la inmensidad.

Ivette Mendoza Fajardo

 

 

Deseos Cautivos

 

Deletreo, tarabilla de anacoretas adornada con tapacubos.

El cielo, cual magnate, repite la cartilla demencial;

tú sostienes la gran revelación de un documento,

narrado desde un linaje efervescente.

Observo tus obsesiones henchidas,

que esculpen con palabras la fama de un desquite infernal.

Sin revisar el documento que desvela la aurora,

solo los pupitres estilizados conversan con las calles,

de manera irremediable.

Tu mente, encantada, se corona en delirios crujientes

bajo cada atardecer que declina uniformemente.

Y tus ojos, abrumados por un torrente de elogios,

siembran cosquillas desde mis pies hasta la cabeza.

¡Oh, qué dirán, que soy consorte de Morfeo!

¿Qué sucedería si, sumergidos en sus deseos cautivos,

nos envolviera una ternura inmortal, con pasión desbordante?

Recuerdo entonces un éxtasis de amor,

cuyos pasos majestuosos resuenan en los corredores del Edén,

como olas quebrando en la lejanía de altamar,

y las espinas de rosas afligidas se esfuman de las manos,

para ser ofrendadas a las gárgolas, en su grotesco festín.

Ivette Mendoza Fajardo

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Comentarios +

Comentarios1

  • Melissa 94

    👌👌👌👌



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