Ecos del Tiempo Monótono

Sr. Martinez

 

En la bruma de un día que comienza,  

la luz desliza su tenue abrazo,  

las horas se deslizan sin prisa,  

un eco distante en un vasto ocaso.  

 

Despierto en la misma cama de sueños,  

con recortes de un ayer que no llega,  

la rutina se adhiere a mis pasos,  

como sombra persistente que no se niega.  

 

Camino por calles que me sonoras,  

susurran historias, pero son calladas,  

cada cara que encuentro es un reflejo  

de un mundo que gira en jornadas malhadadas.  

 

Los relojes marcan siempre lo mismo,  

sus manecillas, danzando en compás,  

marcando los días con un tono gris,  

en un vals de memorias que pronto se van.  

 

Las hojas caen sin propósito alguno,  

en un vaivén que la brisa les otorga,  

y el tiempo se siente como un sinfín  

de instantes perdidos, de vida que ahoga.  

 

La tarde se asienta, se dice que es calma,  

pero el silencio grita en el fondo del alma,  

una espina que pincha, un deseo olvidado,  

un rumbo sin brújula, un camino arruinado.  

 

Los días se funden en un solo lienzo,  

pintados en tonos de gris y añoranza,  

el calor del sol se convierte en ceniza,  

y el cielo se vuelve un manto de balanza.  

 

Los rostros se cruzan, miradas vacías,  

historias contadas en voces quebradas,  

susurros que flotan en el aire estéril,  

donde el tiempo se aferra a sus baladas.  

 

Y así, en la marcha de un reloj insensato,  

cada instante se vuelve un eco lejano,  

los sueños se apagan, se vuelven ceniza,  

en un constante latido de un día urbano.  

 

Mientras la luna observa desde su altura,  

el paso del tiempo en su eterna locura,  

los días se suceden, pero el rumbo es incierto,  

como un barco sin puerto, adrift en la penumbra.  

 

En esta danza monótona de días,  

donde el sentido se pierde en la rutina,  

resta sólo un deseo: tal vez se divida  

el eco del tiempo, la risa contenida.  

 

Quizás un nuevo amanecer traiga claridad,  

una chispa en la oscuridad sea la verdad,  

pero hoy, mientras el reloj sigue girando,  

me aferro a las palabras que el viento va arrastrando.  

 

Tal vez, en algún rincón del tiempo,  

un destello de luz rompa este silencio,  

y en el abrazo del día, en su infinita danza,  

salga el sentido oculto de toda esta añoranza.  

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