Los hombres de ahora.

Emilio Barrios

Me dirijo a usted amigo que tienes pinta de letargo, puedo pillar de donde vienes sin temor a equivocarme que es donde el caballo se vuelve manso a latigazos y el café sabe amargo.

 

 No me digas que me calle pues mis dichos son de descaro, fría mente que la tienes por algún desamor o desengaño, escúchame que te lo diré una sola vez y no me reproches después la grosería, aquí donde yo vivo no se pesca ni resfriado ni andamos de casería, aquí la vida es sencilla.

 

 Bajo las sombras de un árbol nos sentamos a disfrutar de la poca brisa en verano con ayuda de una silla, te crees el duro pero tu mirada no dice lo mismo, estamos acostumbrados a ver forajidos como tú, que luego descubrimos que a solas lloran como un niño.

 

Los hombres también lloran amigo mío y extraño compañero, no sientas vergüenza de derramar lagrimas si con eso quieres ayudarte a limpiar tus heridas y encontrar algún consuelo.

 

El orgullo carcome entrañas no me andes con patrañas y confiesa que lo que quieres ocultar es tu sufrimiento por alguna mujer bonita, en efecto son bonitas pero muchas tienen corazón de villana.

 

 Que te pondrían de cabeza si no sabes lidiar con ellas, además porque te parece que de un tiempo a esta parte de la historia andan solitarias, como dicen por ahí husmean solteritas.

 

Ya no existen hombres como los de antes mi testarudo colega, te aseguro por la cabellera del mismísimo Sansón que ya ni procuran una buena conquista, los de hoy son puros borrachos, blandos y medio muertos, ¡vaya tesitura!.

 

 No como antes puros anastasios sin importar lo que pase derribábamos muros y barreras, para ir detrás de una dama teníamos agallas, no nos importaba fronteras, cruzábamos montes, selvas, hasta trepábamos montañas.

 

 Hoy en día los bravucones lloran porque se les habla fuerte y buscan venganza  y no intentes darles consejos porque sino solito te condenas, mira como han cambiado los tiempos fortachón, los tipos de ahora ya no son ni la sombra de lo que éramos antes, toda una vergüenza.

 

 Nosotros mi socio no nos tragábamos el orgullo, si fracasábamos en el amor pues nos juntábamos entre amigos compartíamos un trago aceptábamos el rechazo tampoco hacíamos caso a los murmullos y a superar la derrota.

 

Echa un vistazo como esta la cosa, nada agradable se volvió la vista, basta con ver a las mujeres con sus caras tristonas caminando por la calle pidiendo amor sincero y al final se topan con limosnas.

 

De un montón de arruinados, floripones y simples carruajes que no valen ni un peso, pero se creen los indispensables, los indomables. ¡Que ironía!.

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Comentarios +

Comentarios1

  • Pilar Luna

    Verdades como un templo, enhorabuena.



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