De todos los recovecos del mundo
de toda la algarabía de los laberintos
tenía que encontrarte en el rincón más oscuro
recién salida del cubículo mortuorio
con la vista perdida en la luz
una luz más pálida que la de una estrella agonizante.
No dices nada pero tampoco lo callas,
solo aguardas el deseo que no puedes percibir
bajo tu cuerpo perfecto, inerte, helado.
El silencio te vuelve herméticamente sensual
y cada gesto de estatua que imagino que modulas,
vuelve el acto una ceremonia de hielo fúnebre,
un rito de fluido y estancamiento.
Cada movimiento va trazando el desvío por el que las sensaciones impulsan el instinto de muerte,
y tú la conoces mejor que nadie,
ese privilegio exquisito de estar del otro lado pero a la vez estar aquí, sintiéndote,
dentro pero fuera de ti misma,
configurando en la carne tu propio obituario,
inaugurando un amor póstumo
más allá del tiempo y sus cadáveres,
que puede vencer incluso la descomposición de la materia y la putrefacción de los sentidos.
El signo de lo profano va coronando lo sublime,
los gusanos ya no pueden seguir esperando,
cómplices de este encuentro furtivo y taciturno.
Lo único más encantador que la muerte
es ahora el lazo que amarra esta sangre, este dolor con tu alma sin envase,
únicamente viva bajo este sueño enfermo, este placer subterráneo
sin ley ante la ironía de la eternidad.
- Autor: Salvador Galindo (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 25 de septiembre de 2024 a las 18:46
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 20
- Usuarios favoritos de este poema: ~Andromeda, Dr. Salvador Santoyo Sánchez, Mauro Enrique Lopez Z., Pilar Luna, Sergio Alejandro Cortéz
Comentarios1
Buen poema, mientras solo sea inspiración.
Saludos poeta
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